~5~
William
Que chica tan rara... Se está alejando rápidamente de mí, como si la fuera a comer. Creo que piensa que no me he dado cuenta de que se ha llegado a poner roja como un tomate, ni de que le ha molestado que la diga rubia, espero que algún día se queje del apodo, si no ¿Para qué existen los motes? A penas ha mostrado inmutarse cuando la he gritado por todo el pasillo para despedirme de ella. Con que nos hacemos los duros...
Cuando veo que sale de la escuela con su amigo John, le hecho otra calada al cigarro, mientras que me recuesto pacientemente en el respaldo del banco, esperando a que por un día mi madre no se olvide de que tiene que venir a por mí.
Leticia Kaest, madre de dos hijos, de los cuales uno de ellos le es irrelevante, y el otro su héroe, ¿Quién seré yo? Ah si, el invisible. Nunca se acuerda de que me tiene viviendo en su casa. Siempre llega tarde a recogerme. Va primero a por su rubio de ojos azules, Fred, mi hermano. Y no es que yo le tenga envidia, no le doy mucha importancia, o al menos ya no.
De pequeño éramos inseparables, los dos muy inteligentes, con buenas notas, y nuestros padres estaban orgullosos de nosotros. Hasta que Fred se graduó del bachiller con matrículas, ese año yo tenía doce, me alegraba por mi hermano, como habría hecho cualquier persona. Pero no sabía qué a partir de ahí, Freddy iba a pasar a ser el centro del mundo. Sus logros eran más importantes que los míos. Yo empecé a bajar las notas, y a llegar tarde, ya no tenía motivos para hacer lo contrario. Entonces la droga se presentó en mi camino, todos mis amigos fumaban, se drogaban... La mayoría optaban por la marihuana.
En tercero de la ESO fui a mi primer botellón, allí traficaban con todo, pero yo me limité a beber alcohol. Aquella noche descubrí lo liberador que era ahogarse en mis problemas, por lo que empecé a tomar más a menudo, hasta que llegó el punto en el que siempre iba borracho, o tenía un botellín en la mano. Cuando el dolor empezó a ser demasiado, una simple borrachera no era capaz de hacerme olvidarlo. Fue ahí cuando probe todo tipo de drogas, nunca me he considerado drogadicto, ni mucho menos, pero sí que me aficioné al tabaco. Era mi manera de expulsar mis frustraciones en forma de humo, eso no me colocaba, pero si me tranquilizaba. Pocas veces fumo marihuana, solo cuando estoy muy estresado recurro a ella.
Comencé a ser la decepción mas grande de todos mis familiares, rubios y perfectos, sin aparentes problemas, solo yo. Mis notas decaían tan rápido como las estrellas fugaces escapan de nuestros ojos, por lo que las ausencias, peleas no tardaron en llegar, seguidas de un hijo borracho y fumado, que llegaba a casa como un ser impresentable. En ese momento, yo deje de ser un hijo para mis padres, pasando a ser una simple obligación social.
Horas mas tarde, las luces del blanco y perfecto coche de mi madre se asomaban a lo lejos, por la carretera, mezclándose con la escasa luz del día que quedaba. Me levanté del suelo en el que esperaba sentado, y cerré el libro que tenía en las manos, es mi favorito "amor en los tiempos de cólera". Lo meto en la mochila, y rápidamente me dirijo hacia el punto donde probablemente mi madre pare el coche.
Cuando las luces se me acercan, el vehículo se para, y puedo ver a una mujer, rubia de bote, con ojos azules y un kilo de lo que creo que se llama corrector, tapando las horribles arrugas que viven en su rostro. Tiene una cara de impaciencia, y baja la ventanilla con su mirada usual, fría, dura, con una expresión de desaprobación, fija en mis ojos. Hace un leve movimiento con la cabeza para que suba al coche, y yo automáticamente lo hago. Pongo los ojos en blanco mientras abro la puerta del copiloto, pero, no, ahí está mi hermano, con su sonrisa perfecta.
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Contigo y sin ti
RomanceBritney Paige, ese es mi nombre, pero el comienzo de los peores y mejores días de mi vida tiene otro nombre; William Kaest. Y por suerte o por desgracia me tocó enamorarme de él.