– Hola preciosa – Me saluda alegremente nada más descuelga. Su voz me hace sonreír, es como una luz dentro del túnel. Me sorbo la nariz cuando un moco se asoma por mi nariz, detalle que capta toda la atención de mi amiga. – ¿Estas bien? – Pregunta, preocupada.
– La verdad… No… – Rompo a llorar en cuanto menciono la última palabra. Las lágrimas vuelven a mis ojos, y noto como un nudo se va formando en mi garganta. – M-mis p-a-pa-dres… S-e van a se-separar… – Los sollozos se vuelven mas fuertes, y lloro más alto, gritando en silencio.
– Mi niña… Cuéntame que pasa. De esta sales, yo te ayudaré. – Contesta con una voz más suave pero con cierto tono de alarma.
Comienzo a contar todo lo sucedido con mis padres, derrumbándome un poco más con cada palabra que digo. Darian se hace la sorprendida con la historia, aunque estoy segura que ella se lo esperaba incluso más que yo. Sus frases de ánimo no cesan en ninguna parte. Intenta ayudarme tanto como puede, haciéndome ver el lado positivo, y teniendo mucha paciencia cada vez que no estoy de acuerdo con ella, o le pongo pegas a lo que me dice. Llevamos dos horas hablando, y empiezo a pensar que la estoy molestando, pero ella me asegura en todo momento que no, pero no por ello la idea se me quita de la cabeza.
– Bueno, puedo sacar una cosa buena más. Y me duele que no la hayas pensado tú. – Finge ofenderse para sacarme una sonrisa entre todas las lágrimas derramadas. Sorprendentemente lo consigue, e incluso una leve carcajada escapa de mis labios. Casi puedo visualizar su cara orgullosa de mí, al ver que he conseguido reírme un poco. – ¡VAMOS A VERNOS! Vas a venir aquí, y vamos a ir a un fiestón que te va a arreglar la cara en un plis plas. – Su entusiasmo es contagioso, y sonrío un poco cuando una llamita de ilusión se enciende en mí.
– No sé si deb…
– No, si sabes, y vas a venir. No hay más que hablar. – Indica firmemente. – ¡Hayyy, que ilusión! – Exclama antes de colgar.
Le sonrío a la pantalla del móvil. Se me había olvidado lo bipolar y mandona que es, y nada me puede hacer más feliz que recordarlo. Dejo el teléfono en la mesilla de noche que tengo al lado de la cama y suspiro antes de cerrar los ojos para intentar relajarme un poco.
Una notificación interrumpe mi momento de tranquilidad, y malhumorada me incorporo para ver quien me ha escrito a estas horas. La sorpresa es notable cuando veo que es Will. El corazón se me para, y una punzada me pincha en la tripa al recordar como me ha dejado plantada antes. Mi rencor sale de las oscuridades dándome la idea de tardar en responder. Me lo pienso un poco y al final decido hacer eso, a ver si se entera ya que conmigo no puede jugar así.
Eso nena
Miro tiktok e Instagram durante un rato. Matando los minutos y aumentando las ganas de contestar junto a la curiosidad por saber lo que me ha escrito. Al final solo consigo aguantar quince minutos, - Que ya es mucho -, antes de entrar en el chat con los nervios a flor de piel y la tripa revuelta.
William: Siento no haber podido ir rubia, que tal todo?
Brittney: Hay, de verdad. Anda que en el último momento…
Esto último se lo digo como una broma, pero en realidad lo que me gustaría es gritarle e insultarle hasta quedarme afónica. Y ya no por lo que ha hecho él, si no por toda la mierda que acabo de pasar y por la que ya llevaba guardada dentro. Eso me hace suspirar.
William: Ya rubia, lo siento de verdad, nada me apetecía más que ir ahí, contigo… Pero me ha surgido un plan a última hora que no podía rechazar, familia, supongo.
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Contigo y sin ti
RomanceBritney Paige, ese es mi nombre, pero el comienzo de los peores y mejores días de mi vida tiene otro nombre; William Kaest. Y por suerte o por desgracia me tocó enamorarme de él.