Capítulo 21

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Nada más entrar por la puerta, puedo escuchar los sollozos de mamá en el salón. He entrado silenciosamente, para que no se de cuenta de mi presencia. Está sentada en el sofá frente a la tele. Tiene un álbum de fotos puesto sobre las piernas, abierto por la mitad. Está claro que los recuerdos de aquellas noches en familia la desgarran por dentro, haciéndola llorar. Las lágrimas caen por su rostro, y ya ni si quiera se molesta en limpiarlas, solo se dedica a recordar, a sufrir.

Me adentro en el piso, haciendo el ruido suficiente como para que se de cuenta de que estoy con ella. Automáticamente, mamá se calla, supongo que limpiándose la cara. Se suena la nariz, y viene hacia mí, con una sonrisa que no le llega a los ojos dibujada en la cara. Últimamente no he sido capaz de ver una verdadera sonrisa suya, y eso no hace más que entristecerme y encogerme el corazón.

– ¿Ya estás aquí? – Pregunta con la voz todavía débil y entrecortada. Yo me acerco a darle un abrazo que se alarga un poco, y un beso, antes de asentir con la cabeza. Suspiro y esbozo la mejor sonrisa que me sale, por las dos.

– Sí, y Darian me ha invitado a la fiesta, como habías dicho. Voy a ir – Sueno mucho más animada de lo que realmente estoy ahora que el ambiente melancólico me ha agolpado.

– Me alegro mucho, hija. Sé que te lo he dicho antes, y que no debería de ser yo la que te anime, pero… Bebe, pásatelo bien, no te pases, y llámame si necesitas algo. – Me regala una pequeña sonrisa y añade. – Venga, ve a cambiarte.

Tras un rato largo de frustración, y de buscar el conjunto exacto. Bajo hasta el portal con mi vestido azul marino puesto. Tiene bastante escote, aunque está cubierto por unas tiras azules que están entrelazadas. La espalda está abierta ligeramente, y me llega por encima de las rodillas. Se ciñe a mi cuerpo a la perfección, marcando todas mis curvas. Llevo puesta una chaqueta negra, pues hace frío.

Me despido de mamá rápidamente, y bajo emocionada hasta la entrada. Tengo una sonrisa dibujada en la cara que hace incluso que me duelan las mejillas. Me encuentro con Darian, igual de feliz que yo. Lleva unos vaqueros blancos puestos, los cuales la aprietan las piernas, y el culo, resaltando cada detalle. En la parte de arriba tiene puesta una camiseta negra, igual de ajustada, que marca sus pechos generosos. También tiene un cinturón negro, que no hace más que enriquecer el conjunto elegido. Los accesorios tampoco se quedan atrás, todos dorados y lujosos. Darian siempre ha sido de llevar ropa pija, ajustada, formal. Al contrario que yo, que siempre me pongo ropa ancha y desaliñada. Supongo que es verdad, los polos opuestos se atraen.

Va con el pelo perfectamente alisado y peinado, y con unas gafas de sol negras puestas en la cabeza. En cuanto me ve, recorre con la mirada mi cuerpo antes de asentir entusiasmada y venir corriendo hacia mí. Me agarra de la cintura, y yo apoyo mi cabeza en la suya, inspirando hondo al recordar locuras juntas.

– Ya echaba de menos esto. Estar juntas, de fiesta. ¿Hacía cuanto que no íbamos a una? – Comienza Darian, empezando a andar. Pongo una mueca mientras cuento el tiempo que ha pasado desde que no nos veíamos, pero me rindo al darme cuenta de que es demasiado como para pensarlo.

– El justo como para volvernos a reunir. – Suspiro. – Pero ya estamos aquí, para hacer travesuras, lo sabes, ¿no? – Hago una pausa, llevándome la mano que tenía sobre su hombro a la barbilla. Fingiendo pensar. – Mmm, ¿Qué podemos probar hoy…? – Entrecierro los ojos, observando como a mi amiga se le dibuja una sonrisa divertida en la cara, expectante. – ¿Un trío? – Darian suelta una carcajada.

– Para tenerlo pensado desde que sabías que había una fiesta, me has hecho esperar demasiado. – Dice riendo. – Capulla.

Nos empezamos a reír, y no paramos durante el resto del camino, haciendo bromas y contando anégdotas, hasta que llegamos a la casa del amigo de Darian, Robert. La emoción por verle se le va notando más a medida que nos acercamos al destino. Para cuando llegamos, la histeria casi se le podría salir por los poros de la piel.

Contigo y sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora