Llegamos a su Cadillac dorado, en un silencio que nos ha envuelto desde que salimos de aquel ático. No es demasiado incómodo, pero está lleno de todo aquello que nos queremos decir y preguntar y no nos atrevemos. Por ello se nota la poca tensión que se va formando mientras me meto en el coche.Me mira abriendo la boca para hablar, pero al final, decide callarse. Su expresión de cabreo es más que evidente, tiene el ceño ligeramente fruncido, y los labios un poco apretados. Me armo de valor, y con la mano temblando un poco, le toco la rodilla. Parece relajarse, pues suaviza la expresión y destensa los hombros. Levanto la vista, para observar esos preciosos ojos verdes, y sonreírle a modo de agradecimiento.
- Sé que tendría que empezar por decirte gracias, y todo eso que haría alguien normal. Pero lo asfixiante que está empezando a ser este silencio y la duda existencial que tengo no me dejan respirar, así que... - Hago una pausa, pensando en cual de todas las preguntas que tengo hacerle. Mientras, él suelta una pequeña risa. Frunzo un poco el ceño, conteniendo la sonrisa, antes de añadir. - ¿Cómo has llegado aquí?
La pregunta le pilla por sorpresa, ya que se queda quieto. Aparta la mirada, sopesando si contármelo o no. Mientras, los nervios se apoderan de mí, y las teorías vuelan solas por mi cabeza, como pollos sin cabeza. ¿Me ha estado siguiendo? ¿Es una especie de espía? ¿Lo ha llamado mi madre? ¿Qué digo? Si ni se conocen. ¿O sí? Vuelvo la cabeza, con una mirada amenazante.
- ¿Te ha llamado mi madre? - Para mi sorpresa, Will se empieza a reír, esta vez de verdad. Como si le hubiera hecho una pregunta absurda. Le doy un golpe en la pierna, que hace que gire la cabeza en mi dirección, con una sonrisa todavía en la cara. El corazón me late con mas fuerza, pues verle contento, feliz, me llena más de lo que podría admitir jamás.
- No sé de donde te has sacado eso, pero no. - Aclara mientras ríe. Hago un gesto con la cabeza, para que continúe, que entiende perfectamente. - No sé la cantidad de respuestas que te habrás inventado, pero estoy seguro de que no es ninguna de esas, rubia. - Me coje un mechón de pelo, y empieza a enrollarlo con su dedo, haciendo que deje de respirar por un segundo, para que luego se me acelere el pulso descomunalmente. Se encoje de hombros y se gira para poder arrancar el coche. Mi cara ya hecha de menos su mano cerca, y me deshincho un poco, mientras mi pulso se calma. ¿Pero qué coño me pasa?
- En realidad, ha sido muy simple. Tienes una contraseña penosa. Solo he tenido que conseguir en número de tu amiguita... ¿Darian? El caso es que sabía quién era, no lo entiendo. Pero le he contado que necesitaba... hablar contigo, y que quería darte una sorpresa. El resto ha sido coser y cantar. Estaba demasiado entusiasmada, y me ha informado en todo momento de dónde estábais. - Abro mucho los ojos, porque la simpleza con la que ha dicho que, literalmente se ha metido en mis contactos me sorprende. Pero no puedo evitar remarcar una de las cosas que ha dicho.
- ¿Contraseña penosa? - Digo con cierto tono de indignación.
- ¿Es con lo único con lo que te has quedado de lo que te he dicho? ¿No tienes más dudas, rubia cotilla? - Dice girándose hacia mí, y reprimiendo una sonrisita. Yo alzo mucho las cejas, me cruzo de brazos, y miro al frente. Comportamiento digno de una persona súper madura. A mi izquierda, escucho como suelta una risita, pero solo me hincho más, para mostrar mi indignación.
-Mucha madurez veo. Aunque teniendo en cuenta que tu cumpleaños es la contraseña... No sé que me esperaba. - Puedo notar como me ruborizo cuando lo dice en voz alta. Una parte de mí deseaba que no fuera esa la contraseña.
- Con qué mi cumpleaños. ¿Y tú qué sabrás de cuándo es? no te lo he dicho.
- Veinticuatro de Octubre. - Dice tranquilamente, mientras sigue conduciendo. En cambio yo, estoy hecha un manojo de nervios, preguntas, contradicciones. Mi corazón late a mil por hora, y puedo notar mi pulso con tan solo rozar mi muñeca. Tengo los ojos muy abiertos por la sorpresa, ya sin los brazos cruzados. Me giro en su dirección, observando su perfecto perfil.
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Contigo y sin ti
RomanceBritney Paige, ese es mi nombre, pero el comienzo de los peores y mejores días de mi vida tiene otro nombre; William Kaest. Y por suerte o por desgracia me tocó enamorarme de él.