🌼2.-Panqueques y Nathaniel.🌼

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En cuanto entro al comedor a la mañana siguiente de llegar a mi pueblo natal, noto que mi madre, Susan, Sue, está preparando panqueques con fresas mientras canta "Stormy Weather" de Etta James junto a mi padre, William, Will

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En cuanto entro al comedor a la mañana siguiente de llegar a mi pueblo natal, noto que mi madre, Susan, Sue, está preparando panqueques con fresas mientras canta "Stormy Weather" de Etta James junto a mi padre, William, Will.

Los dos parecen muy felices, cantan y sonríen, el sol de la mañana cae en sus caras como cascadas de luz contra sus cabezas rubias y yo les sonrío pero a la vez quiero llorar por la enorme tristeza que siento al ver a mi madre tan feliz a pesar de todo.

Esa paz, alegría y tragedia me impide ver que hay alguien más en la cocina, al principio mi cerebro atontado por el sueño confundió aquella espalda con la de mi mellizo Archie, pero ahora que enfoco veo la enorme espalda de Nathaniel; amigo de mi infancia, novio de la adolescencia y sacerdote del presente, que está sentado sobre el taburete frente a a la barra de desayunos, justo al lado de donde yo me siento siempre.

Sé que es Nathaniel porque reconocería ese traje negro tan característico de los sacerdotes, y ese cabello castaño claro.

 —Aggie, mira quién está aquí—dice mi madre con una enorme sonrisa—Nathy, ahí está, mírala.

Como en cámara lenta, Nathaniel, mi ex-novio que decidió unirse a Dios justamente cuando él rompió conmigo se da la vuelta y me mira; Está serio, y tiene barba, ¿Acaso los sacerdotes deberían de tener barba? No lo sé en realidad, cuando he venido en navidad o algunos veranos rara vez lo veo o le hablo, porque es incómodo, pero ahora que vivo aquí de nuevo...

—Hola, Nate—le sonrío y él no dice nada, sólo se levanta y noto lo alto que es, de verdad, de verdad, muy alto. Y es muy guapo, pero tampoco sé si está bien pensar que un sacerdote es guapo.

—Hola, Agnes—me dice dándome la mano, como si no fuéramos nada. Como si apenas me conociera, como si fuera una de sus feligreses. 

Noto que hasta al darme la mano es claro que es un sacerdote, es casi como si estuviera acostumbrado a que le besen la mano, y quiero darle un manazo por eso, pero sólo choco el puño con su mano y me río como una niña tonta.

—¿Cómo has estado?—le pregunto.

Lo quiero mucho, siempre lo he querido, incluso cuando me rompió el corazón, pero ahora es raro decir que lo quiero, porque no es una persona, si no un... un ente clerical o algo así.

EL FATÍDICO AÑO EN EL QUE ME ENAMORÉ DE UN SACERDOTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora