🌼24.-Condones y gasolina🌼

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Nunca creí pasar tanto tiempo mirando la cara de otra persona, es vergonzoso pero natural a la vez

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Nunca creí pasar tanto tiempo mirando la cara de otra persona, es vergonzoso pero natural a la vez. Su cama es demasiado cómoda. Ambos estamos desnudos.

De cierta forma siento que se va a sentir abrumado con todo mi amor desbordante en sus manos. Afuera no lo ve como demasiado, todo lo demás está demasiado agitado y confuso pero ahora, en su habitación y en su cama, conforme todo se vuelve pequeño y la lupa se acerca a nosotros ese amor destaca como oro; dorado y llamativo. Brillante y ruidoso.

No sé por qué, pero me siento una mujer completamente distinta. La piel debajo de mi ropa es otra, él lo cambió todo y no sé cómo volver a ser yo cuando me alejo de él.

—Dan miedo—digo señalando sus pies desnudos con diversión—Siguen siendo gigantes, tal como recordaba.

—Son de tamaño normal para mi altura—se defiende, yo me burlo y él mueve los dedos de los pies arriba a abajo mientras mira los míos—Los tuyos tampoco son tan pequeños.

Abro la boca haciéndome la ofendida y él mete un dedo de su mano entre mis dientes para molestarme y yo lo muerdo. Él ríe.

—¡Son normales!—digo moviéndome y enseñándole mis pies, pegándoselos en la cara para que vea y para molestarlo, él ríe e intenta alejarlos de sí.

—Tus pies parecen los de las hermanas malas de la cenicienta—me dice para después morder mi dedo gordo del pie derecho y yo finjo una mueca de dolor y me dejo caer contra la cama.

Él aprovecha y sube encima mío, su pierna entre mis piernas. Carajo. Su calor corporal me vuelve loca, la forma en la que su piel está contra la mía sin nada de por medio. Cierro los ojos y él me besa con fuerza las mejillas. 

—No puedo creer que esto sea verdad—dice mirándome—Que en verdad estés aquí conmigo, bésame.

Y lo beso. Lo beso y lo beso y lo beso. Su barba me roza, siento la piel de la cara roja y sensible, que dolor delicioso. Sonrío en medio de los besos y él lo nota; Sonríe conmigo, pasa su mano por mi cara y aprieta una de mis mejillas. Se aleja y suspira mirándome, pasa una de sus manos por mi cabello. No dice nada, sólo me mira.

EL FATÍDICO AÑO EN EL QUE ME ENAMORÉ DE UN SACERDOTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora