🌼7.-Limonada y viudo. 🌼

140 15 1
                                    


Regreso a casa a las 8 de la noche totalmente destrozada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Regreso a casa a las 8 de la noche totalmente destrozada. Me despido de Nathaniel con un abrazo y subo las escaleras, a punto de desmayarme de sueño. Cuando entro a mi habitación encuentro una caja de regalo sobre mi cama, frunzo el ceño y la abro: Un par de patines azul cielo de mi talla. Sonrío sin poder creerlo.

Archie abre la puerta de mi habitación y yo lo abrazo con fuerza.

—¿Sí te quedan, cenicienta? 

Me los pongo con rapidez.

—Como un guante—sonrío y vuelvo a abrazarlo.

Archie tiene dinero, trabajó durante un par de años de programador, y pudo haberse vuelto millonario creando una app o algo importante para después venderlo por millones, pero decidió elegir el camino difícil porque se dio cuenta de que lo que quería era escribir. Lleva un año escribiendo aquel libro que no le enseña a nadie y paga el tratamiento de mi madre además de cuidarla, junto conmigo y mi padre, que nos dividimos todas las tareas y citas con el médico. Él es el mellizo perfecto, no yo. 

—Gracias—jadeo—Pero patinaré mañana, ahora mismo estoy muriendo de sueño.

Él asiente, aprieta mi mejilla con fuerza y yo lo golpeo riéndome. Después se va y yo me quito los patines, los acaricio con cariño y me duermo después de darme una ducha.

El día siguiente desayuno y salgo con mis patines, Archie también se compró unos así que los dos patinamos y patinamos por el pueblo riéndonos y abriendo los brazos como dos pájaros volando, sintiendo el viento en nuestras caras. 

Extrañaba esto. Extraño Boston, pero también esto.

Después vamos a comer helado y reírnos hablando mal de la gente que no nos agrada. Me la estoy pasando de maravilla hasta que él se cansa y decide volver a casa, yo lo abrazo y sigo patinando por ahí. Quiero ver a Nathaniel, así que me dirijo a la iglesia.

Eloise y él están terminando de plantar el último rosal. Ella usa guantes, él no. Tiene una camisa de tirantes que deja ver sus músculos, gruesos y sudorosos y yo me tropiezo con una pequeña roca y caigo en el césped gracias a esa distracción. Ellos me voltean a ver. Nathaniel corre a auxiliarme, dejando caer la pala en seco y yo me río y me siento, mirando mis rodillas. Sólo me raspé.

—Estoy bien—aviso mirando medio sangrar mi rodilla derecha, la cuál arde y duele pero nada mortal.

Nathaniel me ayuda a levantarme tomándome de la mano, yo me dejo llevar por los patines y mi cara choca contra su pecho, que huele a sudor, y rápidamente me voy hacia atrás. Eloise me mira y quiere empezar a gritarme pero Nathaniel dice:

—Vamos, tenemos que curarte. Eloise, ¿Podrías terminar con esto y limpiarlo?—le pregunta señalando los rosales. Ella quiere negarse y seguirnos pero asiente.

EL FATÍDICO AÑO EN EL QUE ME ENAMORÉ DE UN SACERDOTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora