✟ Capítulo 15 ✟

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Y si no se puede disfrutar el dolor hagamos de él algo placentero.

—No puedo ir —susurra cuando estamos por abordar el transporte que nos llevará lejos de aquí.

—¿Qué estás diciendo? —la miro extrañada.

—Tengo que quedarme a terminar lo que empecé.

Sus ojos se llenan de lágrimas como si le costara un montón tomar esa decisión.

—¡¿En qué diablos estás pensado Aitana?! —le grito logrando llamar la atención de Adrián quien viene hasta nosotras.

—No quisiera interrumpir pero tenemos que irnos —hace un ademán con las manos.

—Dame un segundo.

Ante mi petición se devuelve por dónde vino.

—Necesito hacer que Rinaldo pare —cierra los ojos dejando salir las lágrimas que se les habían acumulado.

—No —susurro.

Aguanto la respiración y con ello también mis ganas de llorar, su decisión me ha tomado por sorpresa y más ahora que estamos tan cerca de escapar de este infierno.

Aunque tal vez vaya a uno peor.

Pero de igual manera me rompe porque ninguna de las tres hemos podido ser felices sin pensar en lo que pasará, en mi aún está la esperanza de que Maya si ha encontrado la felicidad por la cual yo y todos luchamos día con día porque de eso se trata; de luchar por una felicidad un tanto ficticia.

—Vete, el piloto es de confianza y lo llevará a un lugar seguro —se aleja por completo de mi.

—No —camino hacia ella—. No lo hagas otra vez, no te vayas. ¡Deja de querer ser la heroína!

Sin verlo venir sus brazos me envuelven con toda la fuerza que puede albergar en su cuerpo. —Ellos nunca dudarían poner su vida en riesgo por ti —susurra aún abrazada a mi—, pero te juro que si no fuera por todo lo que temo que pase si me voy, me fuera contigo y no miraría atrás.

Me rompen, juro que cada palabra que sale de sus labios logra descomponer algo en mi.

—Cuidate, por favor hazlo —susurro al separarme de ella.

—Sabes que lo haré —intenta sonreír aún teniendo los ojos humedecidos—. Vete, un largo viaje te espera.

Asiento retrocediendo sin dejar de mirarla, ella y Maya son la única familia que me queda ya que pese a que Rinaldo y mi madre están vivos son unos cobardes que no merecen ser llamados familia; deseo con el alma que un día paguen por todo lo que hacen y que de ese modo nosotras podamos encontrar esa paz por la cual nos aferramos a la vida.

—¿Estás bien? —pregunta Adrián llegando hasta mi.

—¿Quieres que lo este? —lo miro unos segundos a los ojos.

Veo varias emociones pasar por ellos como si no encontrara el modo de responder.

—Para que veas lo que se siente —bromeo para aligerar el ambiente, necesito deshacerme por un momento de esa presión en mi pecho.

Ryche. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora