17. Día de cine

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—Yo digo que veamos Annabelle 2.

—¡Que no, Tebi! No vamos a ver una película de terror —repliqué con un puchero, cruzando los brazos sobre mi pecho.

Tebi sonrió con malicia, disfrutando mi reacción.

—Eres una gallina.

—¡AAAH! ¡Claro que no me da miedo! Solo... no me gustan las películas de terror, ¿ok? —insistí, haciendo una mueca exagerada.

Tebi y Mat intercambiaron una mirada cómplice.

—Está bien, está bien —cedió Tebi, alzando las manos en señal de rendición—. Veremos la que tú quieras.

Mat, con los ojos puestos en el techo, comentó: —Las mujeres siempre ganan.

—Y por eso las amamos —añadió Tebi, guiñándole un ojo.

—Ay, ustedes dos... —suspiré, divertida.

Después de comprar las entradas y las palomitas, nos acomodamos en nuestras butacas. La sala se oscureció y la pantalla comenzó a iluminarse.

Al salir del cine, el frío nocturno nos envolvió. Caminamos hacia la heladería, charlando animadamente.

—Chicos —comenzó Tebi, mientras saboreaba su helado—, pronto nos iremos a la universidad. Deberíamos hacer una promesa.

Mat asintió pensativo.

—¿Qué tipo de promesa?

—Prometamos que pase lo que pase, siempre seremos amigos. Y ustedes dos... bueno, que seguirán juntos.

Sonreí, sintiendo una oleada de cariño por ellos.

—Me parece una excelente idea.

—Nunca los olvidaré —dije, sintiendo un nudo en la garganta.

—Chicos... ninguno de los tres sabemos lo que nos depara el futuro, no podemos prometer algo que no sabemos si podrá suceder.

—Mat, pero tú... dijiste...

—Lo sé, Susan. Dije que volvería a San Jorge, y es lo que en este momento quiero. No quiero alejarme de ti, Susan, ni de ti, Tebi... Los quiero y me duele que nos separemos. Y espero que sí, en el futuro nos encontremos de nuevo y sigamos siendo los mismos, es lo que anhelo... pero no puedo prometer algo de lo que no estoy seguro que vaya a ser así en el futuro... lo siento.

Hubo un silencio incómodo por un momento.

Tebi rompió el silencio.

—Tienes razón, Mat, aunque sea duro de aceptar... es la verdad. Pero... ¡vamos, chicos! Solo dejemos que el tiempo decida, por el momento —Tebi lamió su helado—. Sigamos pasándola bien.

No podía evitar sentir un dolor en el pecho con lo que Mat acababa de decir. Sus palabras fueron tan frías... pero tal vez tenía razón.

Levanté la cabeza y sonreí.

—Entonces esperemos que nuestros lazos no se rompan.

Me sentía destrozada por dentro.

Tebi se atragantó con el helado y se golpeó el pecho.

—¡No puede ser, miren quién está aquí! —dijo Tebi emocionado.

Mat y yo volteamos a ver al mismo tiempo.

—Ah, Helen —dije, poniendo los ojos en blanco.

—No deberías mostrar tanto el hambre, viejo —dijo Mat, juntando sus brazos en el pecho.

El Sueño De Susan✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora