15. El secreto de Mat

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Era un día soleado. Mat y yo caminábamos por el Sendero de los Sueños. Estuvimos en la casita del árbol por un rato, disfrutando de la tranquilidad y escuchando el canto de los pájaros. Nunca pensé que Mat fuera amante de la naturaleza, pero me gustaba lo que veía: un Mat diferente al que suele ser, un Mat que aprecia la naturaleza. Eso era encantador.

Unas cuantas veces, Mat, Tebi y yo habíamos venido a este lugar para distraernos un poco. Jugábamos ajedrez, aunque Mat siempre terminaba ganando. Era muy bueno en ese juego, y en muchos otros. Tebi lo llamaba "suerte", yo lo llamaba "sabiduría". Esta vez, solo éramos Mat y yo.

Tomando un sorbo de mi jugo de naranja, miré a Mat, que estaba sentado en el suelo con las manos detrás de la cabeza.

—¿Sabías que en este sendero viven pequeños duendes?

Mat me miró y levantó una ceja.

—¿Bromeas? Tan grande y crees en eso.

Arrugué las cejas.

—Son reales... o bueno, yo los veía cuando era pequeña. Solían jugar conmigo, luego simplemente dejaron de aparecer...

—Eso es porque fuiste creciendo. Eran solo cosas de niños... lo que llaman "amigos imaginarios".

—Bueno, tal vez, pero... para mí eran muy reales. Tebi también los veía.

Mat soltó una risita.

—Ustedes dos son igual de patéticos. En fin —Mat se puso de pie—. Quiero que me acompañes a mi casa.

Me sorprendí. Mat nunca me había llevado a su casa hasta ahora, lo cual me agradaba. Eso significaba que me estaba dejando conocerlo más a fondo.

—De acuerdo —dije, poniéndome de pie para salir del sendero.

Al llegar a la casa donde vive con su abuelo, el señor John, me detuve a admirar el hermoso jardín que adornaba la casa. Hermosas flores y girasoles, los que tanto me encantan. Mi cara de asombro era evidente al ver tantos girasoles.

—Te gustan los girasoles, ¿verdad? —dijo Mat, agarrando uno y arrancándolo con cuidado, sin lastimarlo—. Toma.

Mat me extendió el girasol.

Me quedé atónita y, con una sonrisa, lo recibí.

—¡Oh! Gracias, Mat.

—No es nada, era la flor que ya no tenía esperanza.

Lo miré con una expresión de «¿Es en serio, Mat?»

Mat rió y continuamos entrando a su casa.

Por lo visto, Mat era fan de las películas de los Avengers. En las paredes había afiches de los superhéroes y un póster «más grande que los demás» del Capitán América. También tenía una caja donde guardaba los cómics de los Avengers.

—Está genial tu habitación, se ve que te gustan Los Vengadores —dije, mirando alrededor.

Mat me tomó de las manos.

—No te he contado por qué tengo tantas cosas de Los Vengadores y por qué me gustan tanto.

Fruncí el ceño.

—Ven, siéntate.

Mat y yo nos sentamos en su cama, mirándonos frente a frente.

—Verás, no te he contado que mi papá era un inútil que nunca se preocupó por mí y que sus peleas en casa hicieron enfermar a mi madre y... murió de depresión. Y nunca te conté que yo no era el único hijo de mis padres.

El Sueño De Susan✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora