34. El club nocturno

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—¡Espera, ¿estás diciendo que este club es de la empresa de tu padre?! —exclamó Jony con los ojos como platos.

Todos nos quedamos boquiabiertos, sin poder creer lo que acababa de escuchar.
Marco se rascó la nuca, visiblemente incómodo.

—Sí, bueno... no me gusta que me asocien con los negocios de mi padre, ni que sepan que su hijo viene aquí casi todos los fines de semana.

—¡Marco... ¡siete años esperaste para decirnos esto ahora?! —dije, sin poder ocultar mi sorpresa.

—Lo siento, pero no le tomé mucha importancia. Ya saben cómo soy —respondió con una sonrisa tímida.

Y es cierto, Marco siempre ha sido muy reservado. Casi nunca habla de sus proyectos, de su empresa familiar, ni de su propia compañía, que maneja en paralelo. ¿Cómo hace para tener tanto tiempo libre? Pues, simplemente, tiene un equipo de personas confiables que se encarga de la mayor parte del trabajo. Él, como buen empresario, delega tareas y siempre encuentra un hueco para divertirse.

—Bueno, ahora que sabemos que Marco es como el dueño de... —comenzó a decir Daniel, pero fue interrumpido.

—¡No soy el dueño! —aclaró Marco rápidamente.

—Sí, sí, pero eres su hijo, así que por ende tienes ciertos privilegios.

Marco rodó los ojos con humor.

—No le digan a nadie, ¿ok?

Todos asentimos con una sonrisa cómplice.

Daniel se levantó de un salto y, al ritmo de la música, se dirigió a la pista de baile con una chica que había aparecido de la nada. Camila y Katerín, siempre animadas, lo siguieron de cerca, riendo y bailando.

—Bueno, yo las acompañaré —dijo Jony, siguiendo a las chicas con la mirada.

Goloso.

Ahora solo quedamos Marco y yo, sentados en el sofá, envueltos en un silencio cómodo. La música, amortiguada por la distancia, creaba un ambiente relajado.

Dando un sorbo a mi jugo de naranja, decidí romper el hielo.

—¿Y bien, cómo te va con tu empresa? —pregunté con una sonrisa.

Marco volvió la cabeza hacia mí, pero la música alta lo obligó a acercarse.

—¿Qué dices? ¡No te oigo muy bien! —exclamó, casi gritando.

Al hacerlo, nuestros brazos se rozaron levemente, provocando un cosquilleo en mi piel.

Levanté una ceja, divertida.

—¿Excusas para estar más cerca mío? —bromeé.

Marco sonrió, mostrando sus blancos dientes.

—Ahora sí te oigo, Ninfa.

Sonreí a mi vez.

—¿Cómo vas con la empresa?

Levantó una ceja, con esa mirada pícara.

—¿Quieres hablar de eso? Es un tema bastante aburrido. Mejor... hablemos de otros temas, como...—hizo una pausa dramática, pasando su mano por la barbilla de forma pensativa— ... ¿hace cuánto no tienes sexo?

Mis ojos se abrieron de par en par y sentí cómo un rubor intenso se apoderaba de mis mejillas.

—¡¿Qué clase de pregunta era esa?! —balbuceé, sorprendida.

Marco soltó una carcajada.

—Te pusiste roja como un tomate.

Crucé los brazos sobre mi pecho, desafiándolo con la mirada.

El Sueño De Susan✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora