Han pasado tres meses desde que Juan Gonzales, mi padre... nos dejó. La casa se ha sumido en un silencio sepulcral, un luto que se respira en cada rincón. Saber que ya no escucharé su risa contagiosa, sus consejos sabios o sus historias fascinantes me parte el alma. Pero sé que debo seguir adelante, por él y por mí.
Convertirme en escritora, como él soñaba y yo anhelo, será mi forma de honrar su memoria y mantener vivo su espíritu.
—Madre, saldré a caminar —anuncié mientras descendía las escaleras, buscando un respiro en el aire fresco de la mañana.
—Hey, ¿no vas a desayunar? —preguntó mi madre con preocupación en su voz.
—No tardaré mucho, solo iré por el sendero... volveré pronto, lo prometo —respondí, ansiosa por escapar del ambiente opresivo de la casa.
Un silencio incómodo se instaló en la cocina, roto finalmente por la voz de mi madre.
—De acuerdo, pero lleva llaves. En un rato iré al trabajo, tengo doble turno y tu hermano no está. Te dejé el desayuno en la mesa, no te olvides de comer algo antes de salir.
Asentí con la cabeza, agradecida por su preocupación, aunque sabía que en el fondo ella no comprendía mi necesidad de escapar, de buscar consuelo en la naturaleza y en mis pensamientos. Tomé las llaves y me dirigí hacia la puerta, lista para enfrentar el mundo exterior y, al mismo tiempo, el mundo interior que llevaba dentro.
Mi madre trabaja en una tienda de moda, donde el sueldo no es generoso, por lo que a menudo hace doble turno para llegar a fin de mes. Mi padre siempre le pedía que dejara ese trabajo, pero ella se niega, afirmando que le gusta, a pesar de las dificultades. Edwar, mi hermano mayor, es odontólogo y tiene 26 años. Rara vez está en casa debido a sus largas jornadas laborales, que a veces también se duplican. Los únicos momentos en que nos vemos son los sábados por la tarde y los domingos. Edwar ha considerado mudarse varias veces, pero ahora que papá ya no está, se siente responsable de nosotras y ha decidido quedarse.
Con la ausencia de papá, he decidido buscar trabajo para ayudar a mi madre y a mi hermano. La situación económica se ha vuelto más complicada, y quiero aportar mi granito de arena.
—Ok —fue lo único que pude decir antes de salir de casa rápidamente, buscando refugio en mi lugar favorito.
Desde el fallecimiento de papá, no había vuelto a caminar por "el sendero de los sueños". Lo llamábamos así porque era un lugar mágico, donde podíamos recostarnos en el suelo y dejar volar nuestra imaginación, hasta convencernos de que nuestros sueños eran realidad. Era un oasis de paz y tranquilidad en nuestro pequeño pueblo de San Jorge, rodeado de árboles frondosos. Solo papá, mi mejor amigo Tebi y yo conocíamos este lugar secreto.
Junto a papá, habíamos construido una casita en un árbol en aquel sendero. Íbamos allí siempre que podíamos, nos tumbábamos bajo su sombra, y mientras la brisa acariciaba nuestros rostros, yo leía y escribía, inspirada por la naturaleza y las palabras de mi padre.
Pero hoy, al regresar al sendero, mi corazón se llenó de una tristeza abrumadora. Cada rincón me recordaba a él, y la idea de no volver a compartir esos momentos me desgarraba por dentro. Mis ojos se llenaron de lágrimas y un grito de dolor escapó de mi garganta. Me dejé caer sobre la hierba, mirando al cielo con desesperación.
—No quiero fallarte, papá... pero no siento la misma pasión por la escritura que antes... y no sé cómo recuperarla —susurré al vacío, sintiendo un nudo en la garganta.
Sin darme cuenta, me quedé dormida en aquel lugar, envuelta en mis recuerdos y mi tristeza.
—¡Susan! —una voz familiar me despertó de golpe.
Abrí los ojos con dificultad y vi a Tebi frente a mí, sonriéndome con calidez.
—Vaya, si que duermes profundamente —dijo con una sonrisa.
Me incorporé, frotándome los ojos y bostezando.
—¿Qué haces aquí, Tebi? —pregunté, sorprendida de verlo.
—Fui a tu casa y, como no estabas, supe que te encontraría aquí —respondió con naturalidad.
Suspiré.
—Solo vine a distraerme un poco, pero es peor. Todo me recuerda a papá, en especial este lugar...
Tebi me abrazó de lado.
—Ven conmigo a por un helado, tal vez te ayude a distraerte un poco... ¡y qué mejor que ir a Sevilla por unos deliciosos helados de Bell! —dijo con una sonrisa radiante, intentando animarme.
Hice una mueca.
—De acuerdo.
—¡Así se habla, mi querida Susan! Ahora, vamos, levántate —dijo Tebi, poniéndose de pie y extendiéndome su mano.
Dejé atrás el sendero, decidida a no volver por un tiempo. Sabía que algún día regresaría, pero no sería fácil. Aquel lugar estaba lleno de recuerdos que me hacían sufrir, y por ahora, solo quería recordar a papá con alegría, no con tristeza.
ESTÁS LEYENDO
El Sueño De Susan✔️
RomansEl sueño de Susan, es un viaje apasionado de amor, sueños y perseverancia. Con una imaginación desbordante y un corazón lleno de sentimientos, ella se embarca en una búsqueda para convertirse en una escritora destacada. A pesar de los retos y dificu...