40. Somos como Adán y Eva

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Sentados al borde del sendero de los sueños, con el murmullo del agua cristalina como banda sonora, Marco y yo lanzábamos piedritas al agua. Cada una, como un pequeño deseo que se perdía en la corriente.

Después de un rato de silencio, tan cómodo como el sol que nos acariciaba la piel, Marco rompió el hechizo.

—¿Cómo te sentiste al verlo? —su voz era suave, casi susurrante.

Volví la mirada hacia él. Sus ojos, normalmente llenos de chispa, reflejaban una calma inusual.

Doy un suspiro, dejando que el aire fresco me llenara los pulmones.

—Me sentí muy feliz, Marco. Tantos sentimientos encontrados… Fue como cerrar un ciclo. Sentimos una conexión tan profunda que nos permitió perdonarnos mutuamente por todo el daño causado. Sanar esas heridas ha sido lo más liberador.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios, recordando la calidez de su abrazo.

Marco dejó de lanzar piedras y se giró para quedar frente a mí. Sus ojos se encontraron con los míos, y por un instante vi un destello de algo que no había visto antes.

—No te voy a negar que sentí celos. Verte tan feliz a su lado... me hizo sentir... —se interrumpió, buscando las palabras adecuadas.

—Hey, todo está bien —lo interrumpí, tomando su mano. —Las cosas ya están claras, ¿verdad? Yo estoy contigo y es lo que realmente importa.

Marco sonrió, aliviado.

—Eres un encanto, Ninfa. —Se acercó y me besó con pasión. Un beso que me hizo olvidar todo lo demás, un beso que decía más que mil palabras.

Una de sus manos acarició suavemente mi cintura, y el calor de su piel me hizo estremecer. Sin pensarlo dos veces, nos deshicimos de la ropa, dejando que el aire fresco nos envolviera.

—Somos como Adán y Eva —bromeó Marco, sus ojos brillaban de diversión—. Y estamos a punto de pecar.

Reí, contagiada por su alegría. Lo rodeé con mis brazos y me acerqué a él. En ese instante, el mundo se redujo a nosotros dos y a la magia del bosque.

Y así, bajo la bóveda celeste, entre los árboles que nos brindaban privacidad, nos entregamos el uno al otro. Fue un momento de íntima conexión, de pasión y entrega.

—No quiero olvidar este momento —dijo Marco, acariciando mi abdomen con la yema de los dedos.

—Yo tampoco. Lo guardaremos en el baúl de los recuerdos —sonreí, sintiendo una profunda sensación de paz.

—Tuve sexo en el bosque de la Ninfa encantada —bromeó nuevamente, y no pude evitar reír.

—Tus ocurrencias son únicas.

Marco me besó en la frente.

—Siempre quiero verte sonreír, así que acudo a mis ocurrencias a nivel dios.

Sonreí, sintiendo una oleada de agradecimiento.

—Gracias por estar conmigo cuando más te necesitaba, Marco.

—Gracias a ti por encontrarme cuando todos me temían.

—Bueno, si eras un poco temible pero a mí no me intimidabas.

Marco sonrió, dejando al descubierto unos hoyuelos que le daban un aire juguetón.

—Solo era un chico de pocos amigos, no sabía socializar y mi aspecto de chico malo hacía que las personas no quisieran acercarse a mí.

—También fue gracias a Katerín, ella te unió a nosotros.

—Sí, Pocahontas —sonrió, recordando aquellos primeros días. —Ella sí que es buena socializando. Recuerdo que el primer lugar que fui con ustedes fue al club de papá.

Reí, imaginando la escena.

—Y sin saber que prácticamente tú eras el dueño.

—No me gusta presumir. Además, no es mío, pero lo será. Le dije a papá que le compraría el club y dijo que lo iba a pensar.

—¿En serio lo quieres comprar? —dije, abriendo los ojos con asombro. Marco siempre había sido un enigma para mí, y esta noticia lo hacía aún más interesante.

—Sí, quiero que sea mío y quiero remodelarlo. Tengo muchas ideas para convertirlo en un lugar increíble.

—¡Eso es genial! —exclamé, entusiasmada. —Cuenta conmigo para lo que necesites.

—Sí, espero que tú me ayudes con eso. Tú tienes lo que a mí me falta, creatividad.

Sonreí, sintiendo un calorcito en el pecho.

—Entiendo, cuenta conmigo.

Después de vestirnos, salimos del sendero y fuimos con Marco a visitar la tumba de su padre. Era un momento de recogimiento, una forma de honrar su memoria. Luego, fuimos a la casa de Tebi.

Solo nos quedaban tres días de vacaciones y teníamos que aprovecharlos al máximo.

—Mat vendrá en un rato —dijo Tebi mientras nos servía un vaso de jugo.

Marco no dijo nada, pero noté una cierta tensión en sus hombros.

—En serio, qué bien —dije, tratando de aligerar el ambiente. Volteé a ver a Marco, quien estaba mirando por la ventana.

—Sí. Espero que no te incomodes, Marco, pero sabrás que somos amigos y…

Marco la interrumpió con una sonrisa suave.

—No pasa nada, sé que es un lazo que los une y yo ahí no puedo hacer nada.

Tebi le devolvió la sonrisa, aliviado.

—Qué bueno saber que no te molestas o te incomoda.

—Para nada, los amigos de Susan, son mis amigos —Marco me dirigió una mirada que me hizo sentir especial.

Tan divino.

Marco cada día me sorprendía más. Su sensibilidad, su humor, su forma de ser... me estaba cautivando por completo.

Marco cada día se estaba ganando más mi corazón, lo comenzaba a ver con ojos de amor. No quería volver a sufrir, y con él sentía una paz que hacía mucho tiempo no experimentaba.

Sus ojos, profundos y misteriosos; su cuerpo, fuerte y seguro; sus labios, que prometían tantas sensaciones... todo en Marco me encantaba.

Con él me sentía en casa, en un lugar seguro donde podía ser yo misma.

El Sueño De Susan✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora