El arte de tocar pt.4

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-He tenido relaciones sexuales antes, no hay una parte para hablar-, dijo desafiante, pero todo lo que hizo Katsuki fue negar con la cabeza, levantando la barbilla en un breve instante de contacto.

-Oh, mejillas, definitivamente hay una maldita parte para hablar y eres muy buena en eso-, dijo, su sonrisa se hizo más profunda y el mordisco en su labio inferior hizo que su cuerpo zumbara con una corriente eléctrica que irradiaba el calor de su cuerpo.

La besó tan rápido detrás de la oreja que ella tuvo problemas para procesar que incluso sucedió. Sintió la persistencia de su cuerpo contra el de ella, pero cuando la sensación disminuyó sobre su cuerpo, se hundió más en su cuerpo y ansió más.

-P-por qué- tartamudeó, insegura de lo que se suponía que tenía que decir. ¿Qué diablos estaba destinada a hacer?

-Probablemente deberías besarme, en las mejillas-, instó y Ochako contuvo la respiración.

-¿En la boca?- chilló, mirándolo cuando Katsuki abrió una sonrisa que parecía que no se usaba mucho. Sin embargo, le sentaba bien, le encantaría verlo usarlo más.

-Me gustaría que empezáramos por ahí, pero depende de ti-, se encogió de hombros.

-yo -

-Aquí-, interrumpió sus pensamientos, presionando su mano contra su pecho, -Mira el tatuaje de nuevo. Más cerca esta vez. Concéntrate en mí, y solo en mí-, instó. Ochako estaba en llamas, ardiendo por el toque que ella le estaba dando, Katsuki la convirtió en la única en hacer contacto y continuar como ella creyó conveniente. Ochako respiró hondo, concentrándose no en la sensación de su piel y en cómo se encontraban sus cuerpos, sino en el detalle que lo recorrió con tinta negra y roja. Había líneas delgadas de rojo que corrían sobre la espalda puntiaguda del dragón, haciéndolo resaltar y cobrar vida de una manera que nunca se había dado cuenta de que era posible. A Ochako nunca le habían gustado mucho los tatuajes, eran solo tinta, pero en Katsuki, lo hacía cien veces más atractivo, y no podía entender por qué.

-Es tan detallado-, susurró, con las yemas de los dedos trazando una única línea roja que se enroscaba sobre su hombro y bajaba por su espalda. Ochako quería encontrar dónde terminaba.

-Pon tus brazos alrededor de mi cuello y acércate,- instó Katsuki, y Ochako dejó que sus brazos cayeran sobre sus hombros de la manera más elegante que pudo. Sus antebrazos descansaron en las pendientes de sus hombros, antes de que ella le devolviera el asentimiento.

-Ok, ¿ahora qué?- ella preguntó.

-Más cerca, mejillas-, se burló, sus manos moviéndose alrededor de su cintura hasta que sus muñecas se superpusieron en la parte baja de su espalda, tratando de mantenerlas juntas. Ochako intervino de nuevo, apenas una fracción, solo permitiendo que sus codos fueran a sus hombros, pero esto finalmente pareció poner a Katsuki en el extremo de su atadura. -Más-, le sugirió y cuando ella comenzó a intervenir, tiró de ella más, asegurándose de que estuvieran lo más cerca posible de dos personas.

No había espacio para respirar, no de la forma que ella quería, ya que sentía que estaban compartiendo el mismo aire. Era demasiado electrizante, demasiado íntimo y quería alejarse de él, encontrar consuelo en el espacio que se mantuvo entre ellos durante la cena, pero también sabía que no podía alejarse. Por ese maldito olor. Katsuki era el perfecto shio daifuku, un mochi dulce y sabroso que la hacía querer diez más. Su madre siempre había dicho que a pesar de que odiaba la mayoría de los alimentos masticables, Ochako no podía tener suficiente de la mezcla de sabores, algo hizo clic en su cerebro y era la combinación perfecta de todo lo que no sabía que le gustaba.

Katsuki era algo que no creía que le gustaría, y él ya la estaba conquistando.

-¿Sigues ahí, mejillas?- preguntó, su pulgar frotando la parte baja de su espalda, llevándola al momento, tan consciente de que no podían desenredarse hasta que ambos se resignaran.

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