DUDAS

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Capítulo 12

El segundo día en casa no vi a papá en todo el día. Salió muy temprano al negocio y cuando me levanté no lo encontré. Sabía que me estaba evitando porque estaba enojado y cuando se enojaba prefería aislarse de la fuente de su enojo, cuando quería podía ser realmente hiriente y él lo sabía.

Ayudé a mamá todo el día en el jardín y la cocina, arreglamos el patio trasero y cuando a las dos de la tarde nos agarró bajamos hasta la ciudad para comprar y llenar la despensa.

—El negocio parece ir mejor cada día.

—¿Por qué lo piensas?

—Hay nuevas reparaciones en la casa, y veo que en la bolsa hay mucho más dinero que el mes anterior.

—Oh bueno, yo también lo noté y es cierto, el comercio del mes pasado fue muy bueno, así que no tuvimos que tocar lo que dejaste el mes pasado.

—Si, eso veo.

—Sabes que tu padre siempre se ha encargado de lo económico cariño, la razón por la que aceptó finalmente que fueras al ejército fue más por evitar que nos cortaran la cabeza por ayudar a un desertor y no reportarlo — suspiré.

—Lo sé mamá, también sé que papá se hubiera dejado cortar la cabeza antes que delatar al tonto de Leo.

—Aun no entiendo lo que llevó a tu hermano a huir, pero sé que debió ser una buena razón.

—También lo sé, hay días en los que pienso mucho en cuáles son esas razones que lo llevaron a alejarse de su familia y dejarla expuesta a las represalias del rey.

—No lo juzgues tan duro.

No dije nada. 

Realmente me molesta lo condescendiente que podían llegar a ser mis padres con la situación en la que nos dejó Leo. Intentaba consolarme diciendo que la razón principal era que mi sueldo ayudaba mucho a papá, pero lo cierto es que había meses en los que ni tocaban ese dinero porque no era necesario. El problema es que la mentira de mi identidad trascendió hasta tal grado que de descubrirse ahora no solo me colgarán a mí sino también a mi madre y mi padre.

Terminé de mercar con mamá y luego de ayudarla a guardar las cosas me retiré a mi dormitorio. Revisé en mi closet intentando deshacerme de cosas que ya no necesitaba. Encontré mi vieja caja de pinturas y sonreí nostálgica, aún había algunas hojas de lienzo y pinturas en buen estado. Hacía años que no sabía lo que era tomar un pincel y pintar.

El primer año de haberme ido al ejército intenté volver a pintar, pero a mi cabeza solo venían cuerpos desmembrados y sangre, así que desistí de hacerlo. Pintar siempre había sido un pasatiempo que lograba desconectarse del mundo en general. Calmaba mi ansiedad en los momentos que esta florecía.

Saqué las pinturas y probé las que servían. Monté en la ventana mi equipo completo y tomé un poco de agua para diluir las pinturas, prefería pintar con ellas diluidas en vez de puras. Coloqué mi viejo delantal y preparé las pinturas en las paletas. Observé el cielo despejado y comencé a mojar el pincel haciendo trazos irregulares. Continué sin detenerme durante no sé cuánto tiempo, los trazos iban y venían, color piel mezclado con azul y negro comenzaron a cobrar vida sobre el blanco del lienzo.

El pequeño reloj de mi pared pitó anunciando las seis de la tarde, el sol había comenzado a ponerse cuando decidí detenerme. El resultado era increíble, había resultado pintando la parte superior de un rostro, los ojos azules miraban desde lienzo a mi cara con la frente teñida de una cabellera oscura que la cubría. Pero lo que definitivamente resaltaba era el tono de azul cobalto un poco más claro que el color original, había hecho unas pequeñas motas negras el rededor del iris que hacía la mirada aún más penetrante.

Ríndete a Él (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora