SECUESTRO

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Capítulo 47

—Sube — la voz de Ebert tronó en mis oídos.

Tenía los ojos vendados. Todo el viaje hasta aquí lo hice con la mano de Ana apretada fuertemente a la mía. No tenía ni idea de cuánto tiempo habíamos pasado en carretera, pero se habían sentido horas. Lo poco que había visto del maldito auto era suficiente para saber que era una carcacha comparada a los de Alec, así que no era muy claro el tiempo de viaje con la distancia recorrida, sumado a que no había podido ver una puta mierda no tenía ni idea de a donde nos habían traído.

—Son escalones, así que mira bien por donde pisas. ¡Oh, cierto! No puedes — su estúpida risa tronó seguida de la de sus compañeros.

No solté la mano de Ana, en cada escalón hacíamos una pausa que yo no necesitaba, pero Ana sí. Debía cuidarla lo más que pudiera, a la larga era yo quien había propuesto salir y fui yo quien rechazó la seguridad. Había sido una auténtica imbécil y ahora necesitaba pensar con la cabeza fría para poder salir de esta mierda.

Sentí la mano de uno de ellos en mi espalda que nos instaba a avanzar. Continué caminando con la mano de Ana aferrada a la mía mientras agudizaba el oído. Escuchaba pasos, gente murmurando y susurrando. Escuché una puerta abrirse y al parecer nos hicieron entrar por ella porque seguimos caminando y luego escuché como se cerraba a nuestra espalda.

—¿Quién es la otra? — la voz de Aaron.

¡Hijo de puta!

—Estaba con Leia, la única forma de sacarla sin ser vistos fue amenazarla con ella.

—Llévensela, voy a...

—Se queda conmigo — hablé — Ana no se mueve ni un centímetro de mi lado Aaron, haz lo que quieras, pero nos separas y te arranco los huevos así me cueste la vida.

—¿Por qué crees que voy a escucharte?

—¡Me lo debes hijo de puta! — grité — ¡¿Ya olvidaste lo que le hiciste a Ashwini?! ¿Tu mente ya bloqueó el recuerdo de lo que sentiste al correrte en la pobre chica que suplicaba porque no lo hicieras? — era asqueroso, pero sabía que apelar a la humanidad del imbécil era lo que me daría la ventaja.

—¡Cierra la boca mal...

—Déjala — interrumpió — Ebert. Llévalas a la habitación, yo iré luego.

Su voz se escuchaba extraña, pero ahora mismo eso me importaba una mierda. No podía permitir que nos separaran, no confiaba en Aaron ni en ninguno de los hijos de puta con los que estaba.

—Como ordene, Alteza.

Tiró de mi brazo y me revolví con fuerza.

—Suéltame imbécil — logré zafarme y continúe caminando con los ojos cubiertos.

Caminamos siendo guiadas por las manos de los imbéciles en la espalda. No dije ni una sola palabra, nuevamente escuché ruido de puertas abrirse y cerrarse.

—Esperen aquí hasta que el príncipe venga.

La puerta se cerró. Esperé unos segundos y cuando el silencio total nos cubrió me quité la venda.

—Se fueron — dije.

Ana entendió el mensaje y se quitó la venda también. Parpadeé un poco adaptando mis ojos a la luz de las lámparas en la habitación. Había una cama doble amplia, paredes blancas y algunos muebles con lámparas, era espacioso, pero sencillo. Me asomé por el ventanal que estaba cubierto por barrotes de reja, observé la vista frente a mí y maldije.

—Estamos en Cleiwood.

—¿Ya has estado aquí?

—No, pero mira — Ana se acercó a mí.

Ríndete a Él (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora