EL VIAJE

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Capítulo 23

Después de mi ataque mamá se retiró a su dormitorio. La mirada lastimera en sus ojos, el dolor de verme en ese estado era tan palpable que creí morir por dentro. Acepté todas las tomas que me dejó para la fiebre, comí un poco de sopa e intenté dormir un poco. 

No lo logré. 

La mañana siguiente desayunamos en silencio. Me retiré y comencé a buscar entre mis cosas, salí al mercado pese a las protestas de mamá y me escabullí en la tienda de "belleza" que usaban los aristócratas para conseguir sus pelucas ostentosas y ridículas, por suerte no solo vendían las de ese tipo, conseguí una peluca de cabello corto y rubio. Sabía que la peluca por sí sola no sería suficiente, así que tomé las tijeras y comencé a cortarla de tal forma que  en la parte delantera le dejé un flequillo que caía casi hasta cubrir mis ojos, me preocupaba no tener lentillas de otro color que no fuera el miel que ya llevaba, pero esperaba que el flequillo desviara la atención.

Con algo de suerte no tendría que interactuar con el rey y él no repararía en mí tanto como para sentir que mis ojos eran similares o mi nariz, o cualquier otro rasgo que pudiera delatar mi identidad. Debía mantenerme lo más alejada de él que pudiera, cumplir la mierda que me mandaron y salir pitando de la casa del diablo.

Saqué todos mis vestidos  más sencillos, aquellos que usaba generalmente para ayudar a mamá con las labores de la casa, si me iba a hacer pasar como una plebeya  en busca de trabajo debía meterme de lleno en el papel, así que dejé todos mis bonitos vestidos y lazos a un lado.  Había escuchado la estrategia mucho antes cuando aún era capitán, Orión era demasiado predecible así que ya imaginaba que yo sería una trabajadora del palacio con una triste historia de viudez o quien sabe que otra estupidez.

Si bien el plan era simple y me importaba ya una mierda si lograban o no su cometido, yo debía esforzarme por hacerlo creíble. El cuello de mis padres está en riesgo y no puedo dar un paso en falso. Organicé mi equipaje escasamente con ropa, no llevé mayor cosa conmigo. 

Me sentía tan vacía y distante que no sentí las horas pasar. Miré mi dormitorio con el corazón en la mano, deslicé mis dedos entre mis materiales de pintura, mi ropa, mis cosas. Cosas que no sabía si volvería a ver, ni siquiera sabía si algún día regresaría a casa junto a mi familia y lo peor era que no me importaba, lo único que quería era proteger a mis padre, lo demás ya me daba exactamente igual. 

Mi vida había empezado a perder valor delante de mis propios ojos.

Cuando la lluvia cayó a las nueve de la noche me decidí por escribir una carta. Papá odiaba las cartas, pero no había otra forma de explicarle esta horrible situación. Iba a odiarme,  se enfadará y la tomará contra mamá por no retenerme, por dejarme ir cuando él está fuera y no tenía oportunidad de velar por mí. Sabía que esto lo destrozaría, era la segunda vez que por culpa de decretos reales se separaba nuestra familia.

Lo peor es que esta vez sí era muy probable que no regresara con vida y que fuera toda la culpa mía por no haber escuchado a papá cuando me dijo que me alejara de Aaron.

*****

Volví a no dormir nada. 

La mañana me recibió despierta y sentada frente a mi ventana. La lluvia no había cesado en toda la noche y la mañana no hizo mucho por cambiarlo, hacía frío, muchos frío, mis ojos ardían y en el espejo podía ver el horrible morado en mi ojo derecho y el hematoma que se extendía de mi mandíbula hasta mi labio inferior. La fiebre había remitido, pero el malestar general de mi cuerpo no me abandonaba. 

Salí lista con un vestido color marrón de tela lisa, no había escote ni estampado, solo un leve bordado en las mangas que llegaban hasta mis muñecas y me cubrían del frío. La capa que usaba de abrigo la llevaba colgada en mi mano mientras arribaba a la cocina.

Ríndete a Él (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora