CALOR

247 52 17
                                    

Capítulo 17

La cena transcurrió con normalidad. 

Y por normalidad me refiero a los hombres hablando mientras las mujeres nos limitábamos a ser las bonitas acompañantes de la cena. La lengua me picaba cada vez que algún comentario quería escapar de mi boca lo cual, al parecer, fue percibido por el rey Deveraux que de tanto en tanto me miraba e inclinaba la cabeza como esperando que dijera algo.

Me retaba en silencio.

Comenzaron a hablar asuntos de política y Alec intervenía de forma muy breve y en su mayoría con monosílabos. Asheron, del cual había descubierto recientemente que era el consejero del rey de Laiwold, era quien en su mayoría tomaba la palabra. No parecía mayor de los cuarenta y tantos, su cabello castaño oscuro brillaba con el tenue reflejo de algunas canas plateadas, su ropa impecable con colores entre el negro y el blanco reflejaban la tranquilidad que trasmitía su tono de voz.

—Los tratados de paz — dijo en voz firme — son algo demasiado serio como para hablarlos en una cena informal, pero en vista de los acontecimientos me adelanto a decirles que el rey está dispuesto a que se inicien las negociaciones correspondientes.

—Bien, eso es una buena noticia — dijo Aaron mirando a Alec — supongo que tendremos que fijar las fechas del cronograma y todo lo que se va a tratar.

—O pueden fijar una fecha inicial de encuentro en un sitio neutro para evitar contiendas y así ir fijando los encuentros basados en cómo se desenvuelva el primero — no supe que lo había dicho en voz alta hasta que todas las miradas se fijaron en mí.

—Tienes una prometida inteligente, Thorner, me gusta eso — Aaron no dijo nada, se limitó a asentir — ella tiene razón, es importante no apresurarnos, lo mejor será concordar el primer encuentro oficial para iniciar las conversaciones, podemos acordar las siguientes fechas conforme vayan avanzando los encuentros no veo la necesidad de apresurarnos.

El tono de Alec no dejaba duda a réplica. Su expresión seguía siendo seria aunque sus ojos parecían menos duros cuando su mirada se posó sobre mí. Él estaba valorando mi opinión, una opinión que en primer lugar no debí haber dado, pero en vez de mandarme a callar me tomó en cuenta de forma evidente.

 Mi pecho se hinchó orgulloso. Quedaba claro una vez más la diferencia abismal que había entre las demás mujeres de la mesa y yo. La cena acabó sin más percances y los hombres se fueron dispersando. Aaron se alejó junto al rey Deveraux y el príncipe Leopold mientras yo me levantaba e iba hacia mi madre en el extremo contrario.

—Plebeya — el tono despectivo de Criselda fue claro — que hayas bailado con el que será mi prometido puedo dejarlo pasar, lo que no voy a permitir es que dejes a mi hermano como un imbécil delante de todos sus súbditos — la miré confundida.

—Y eso lo dices ¿por?

—Inmiscuirse de la forma que lo hiciste en los asuntos políticos de nuestros hombres. No se que modales te enseñaron en la granja de la que vienes, pero aprende a callarte y no contradecir a mi hermano frente a todos.

Ella giró y en compañía de la princesa Lara que solo se limitó a ser una espectadora de la charla que en su mayoría fue unilateral. 

Encontré a mamá hablando con un grupo pequeño de mujeres y me uní a ellas en su mayoría solo escuchando lo que decían de forma parcial. Mi atención estaba fija en los ojos desinteresados del rey Alec al otro lado de la espalda mientras fingía escuchar con atención lo que el príncipe Leopold parecía decir.

Minutos después un nuevo baile se anunció. Aaron avanzó con rapidez hacía mi mientras vislumbraba la figura ataviada en un vestido rojo sangre de Criselda avanzar hacia Alec. Aaron llegó, me tomó de la mano y sin una palabra me condujo a la pista, tomó mi cintura y mi mano del mismo modo que Alec en el baile anterior, pero la sensación fue distinta, muy distinta.

Ríndete a Él (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora