LIMITES

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Capítulo 40

Despertar fue extraño.

 El sueño me fue abandonando de forma lenta, incluso me sentí confundida y algo asustada cuando al abrir un poco más los ojos sentí un brazo abrazado a mi cintura.

Los recuerdos de la noche se fueron abriendo paso en mi mente y suspiré aliviada cuando el aroma del cuerpo de Alec invadió mi nariz. La sábana cubría mis pechos desnudos protegiéndome del frío glacial que hacía fuera del calor que me proporcionaba la sábana y el torso desnudo de Alec junto a mí.

—Buenos días— su voz ronca y somnolienta me hizo restregar mi cuerpo contra el de él.

—Buenos días — respondí antes de dejar un beso sobre su torso descubierto.

—¿Tienes frío?

—Si — me acurruqué contra él con cuidado de no lastimar el costado.

—¿Así es como pretendes mantenerme en la cama todo el día?

—No lo había pensado, pero puede ser una muy buena forma de hacerlo.

—Eres malvada, Leia.

—¿Lo siento? — me burlé.

—No sa...

Un par de golpes en la puerta lo hicieron callar.

—Majestad, ¿está despierto? — reconocí la voz de Ana al otro lado.

—Si Ana — respondió casi gritando — por favor que suban el desayuno aquí y que sea para dos personas, Leia desayunará conmigo y por favor consigue ropa de su habitación y tráela aquí— lo miré sorprendida.

—Enseguida majestad.

—En una hora pueden subir el desayuno, la ropa preferiblemente tráela tú.

—Claro que sí majestad, buen día.

Los pasos eran inaudibles, la habitación era enorme, así que no tenía ni idea de si Ana ya se había marchado, aunque suponía que de hecho lo había hecho y que no le sorprendía que Alec dijera que subiera desayuno para mí también.

—¿Te molesta que le haya dicho a Ana que estabas aquí?

—No, confío en Ana y se que no andará regando cosas por ahí, pero no pensé que a ti te diera igual que supieran que estaba aquí.

—Confío en Ana también, se que es tu amiga y que no irá por ahí regando chismes, si bien no me preocupa que sepan que pasaste la noche conmigo si lo hace el que piensen que eres mi amante ocasional, sería capaz de cortarle la lengua a cualquiera que ose en decir algo semejante — sonreí enternecida.

Él sin decirlo de forma textual estaba aceptando con cada acción y palabras que me quería. Besé su mejilla y me senté en la cama sosteniendo la sábana contra mí.

—Gracias por cuidar de mi honor.

—Más que tu honor cuido el no tener que cortarles la lengua a mis trabajadores, me agradan — reí negando — pero en serio, sería capaz de tajarles la lengua si llegaran a ofenderte.

—Lo sé — lo miré con la misma seriedad que me miraba él — sé que mi honor y mi integridad están seguros contigo.

—¿Quieres tomar una ducha antes de desayunar?

—Si, necesito agua caliente, realmente está haciendo frío — me froté los brazos — y anoche me quedé dormida con el cabello mojado, debo tenerlo hecho un desastre.

—Te ves igual de hermosa que siempre — se movió hasta sentarse en la cama y dejó un beso en mi hombro — no creo que encuentres con que atarlo aquí.

Ríndete a Él (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora