2. Calma

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La tormenta se detuvo gradualmente y para cuando los tres chicos llegaron a la calle principal las nubes habían desaparecido por completo dejando ver una hermosa luna. Ninguno habló por más de una hora. Cada uno estaba perdido en su mente, con sus propios problemas y miedos.

—El clima está muy raro— comentó Melisa para romper el silencio que ya empezaba a torturarla.

—¿El clima?— Peter giró la cabeza lentamente hacia ella—, el clima es lo último que importa ahora, Godoy. Tenemos que averiguar lo que está pasando.

—La verdad no me gusta decir esto Meli, pero el tarado tiene razón. Algo está pasando y estoy segura de que no es nada bueno o normal.

Siguieron caminando en silencio hasta que llegaron a una casa algo vieja y descuidada, la pintura vieja y el césped sin cortar le daba un aire algo tétrica. Las chicas se miraron porque habían estado siguiendo a Peter y si se detuvo alli significaba una sola cosa.

Lorena no ocultó su sorpresa tras ver la casa de Peter, ya que ella pensaba que tendría la mejor casa de todo el barrio por cómo se comportaba.

—Es la casa de mi madre adoptiva, está enferma y no hay tiempo para arreglar el jardín— explicó Peter al notar la cara de confusión que tenían las chicas.

Tras decir eso se arrepintió profundamente porque no le debía explicaciones a nadie.

—¿Y por qué no lo arreglas tú?— preguntó Melisa—, ¿acaso no tienes manos? ¿O vas a esperar que lo haga tu mamá?— estaba enfadada y tenía su mirada puesta en el chico.

—Estoy todo el día cuidándola excepto cuando estoy en la escuela— respondió éste sin apartar la mirada—. Soy el único que la cuida y no me importa cómo se ve la casa.

Las chicas doblaron la esquina hacia la izquierda y se fueron; Peter entró a su casa enojado por lo que dijo la castaña.

—¡Perdón mamá!— gritó luego de azotar la puerta por la fuerza con la que la cerró, pero lo único que recibió a cambio fue un completo silencio, lo cual se le hizo muy raro porque su madre siempre colocaba música antigua, no había un momento del día que estuviera en silencio.

Siguió hasta una habitación grande y muy iluminada, con una gran ventana; a diferencia del resto de la casa esta no estaba sucia y desordenada, era todo lo contrario. Peter se asustó al no ver a su madre recostada en la cama.

—¡Mamá!— gritó saliendo de la habitación para dirigirse al baño, y darse cuenta que su madre no estaba—. ¿Dónde estás mamá?— preocupado, Peter buscó por toda la casa y no encontró ni una señal de la misma.

Se dirigió a la sala de estar, abrió la puerta lo más rápido que pudo ya que no tenía sentido quedarse allí y corrió hasta llegar a la esquina. Cuando vio dos siluetas iluminadas por la luz de la luna respiró aliviado, siguió avanzando con un paso moderado para recuperar el aliento.

—No debí decir eso— decía Melisa, arrepentida por el comentario que había hecho.

—Eso le pasa por ser tan malo, después de todo tengo que admitir que pensé que tendría una mansión y que papito le serviría todo en bandeja de plata— respondió tan solo para calmar a su amiga.

Melisa la escuchaba sin escuchar, a ella nunca le importó saber sobre la vida de Peter, pero a Lorena sí y la ojiazul solo sabía lo que sus compañeros decían sobre él. Lo cual no era del todo cierto porque ninguno sabía que el padre biológico de Peter lo abandonó.

Solo ellas lo sabían, y solo por accidente.

Las chicas escucharon unos pasos detrás de ellas y se dieron vuelta para tratar de ver la cara de aquella persona que las seguía de cerca, pero por la falta de iluminación de la calle le llevaron la linterna a la cara y se dieron cuenta que era Peter.

Guerra de Elementos [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora