8. Londres

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Los cuatro ya estaban de pie en la puerta grande, antigua y un poco descuidada, pero con una belleza inexplicable.

Debían ir a Londres para buscar a Sheila y tenían que apresurarse o se les acabaría el tiempo. Ninguno quiso preguntar más luego de la respuesta que obtuvieron, pero no era difícil imaginar lo que les ocurrería si no podían encontrarlos rápido.

—Tendremos que viajar igual que antes— informó Stevenson—, pero esta ves será más complicado, solo pase lo que pase no se separen de mí— advirtió el hombre, los chicos asintieron con la cabeza y el adulto repitió aquel movimiento de manos y en cuestión de segundos estaban en aquel parque—. Llegamos.

La parte mágica era hermosa. Una luz los teletransportaba, genial. Pero su estómago no estaba de acuerdo.

—Ok, es increíble, estoy en Londres— celebró Peter observando que el lugar estaba completamente vacío, al parecer la población había desaparecido en todo el mundo—. Bueno, busquemos a la chica.

—No hace falta— señaló Lorena, que estaba mirando un árbol donde detrás de éste había una chica con una chaqueta de cuero amarilla y cabello rojo por arriba de los hombros—, ya la encontré.

El profesor avanzó, y la joven que se encontraba sentada en el piso con la mirada perdida rápidamente se puso de pie y enfrentó al mismo.

—¿Quién eres y qué quieres?— preguntó Sheila asustada con la presencia de aquel extraño y pronto se percató de que habían más personas en el parque—. Mejor dicho, ¿quiénes son?

Stevenson dio un paso adelante e instintivamente la joven que estaba aterrada, retrocedió acorralándose con el árbol.

—Aléjense de mí— advirtió la pelirroja. Melisa dio un paso adelante pero una fuerte oleada de aire la alejó—. ¡No den un paso más!— Sheila abrió sus manos, las colocó a cada lado de su cuerpo y las ramas del árbol empezaron a moverse fuertemente—. Si no quieren salir lastimados de esto es mejor que se vayan.

El viento era fría y parecía originar alrededor de la chica.

—Eres buena— aclaró Stevenson con una sonrisa que solo logró confundir más a la chica—. Pero ya debes dormir, ¿no crees?— Sheila cayó dormida al piso y el viento cesó; los chicos corrieron y quedaron frente su cuerpo—. Listo, ahora vamos por los demás.

—¿La va a dejar aquí?— preguntó Lorena un poco indignada—. No la podemos dejar sola.

—No hay nadie en el mundo que le quiera hacer daño— contestó Stevenson con la mirada fría—. Además no tardaremos mucho, después volvemos por ella.

—¿Y qué si se nos acaba el tiempo? Ella está indefensa ahora— dijo Melisa enfrentando al hombre con la mirada y ella no se debaja intimidar—. No la vamos  dejar.

—Esta bien, pero yo no la voy a cargar. Te voy a dar la oprtunidad para que demuestres tu caballerosidad, mocoso.

Peter giró los ojos y tomó a la chica en sus brazos con sumo cuidado para no lastimarla. Puso un brazo bajo sus rodillas y el otro en la parte superior de la espalda, pero cerró las manos en puños como su madre le había enseñado.

Cuando estuvo seguro de que Sheila no se le caería le hizo un gesto al profesor dando a entender que ya se podían ir.

Guerra de Elementos [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora