Ególatra

XXVII

En la antigua Grecia se pensaba que el corazón era el lugar en el que se asentaba la vida. Se consideraba que el latido del corazón hacía la distinción entre los estados de vida y de muerte.

De ahí, que la muerte se haya hecho coincidir tradicionalmente con la ausencia de latido cardíaco y de movimientos respiratorios. Sin embargo no consideraban que la cabeza pudiera hacer a una persona dejar este mundo, sin embargo en ese momento se veía bastante comprometedora la posibilidad.

Las personas que observaban la escena parecían horrorizadas, el camión con unos pocos rasguños pero ese auto... completamente despedazado al otro extremo de la avenida , volteado, con los vidrios rotos, la parte de enfrente irreconocible y algunas llamas de fuego causadas por el impacto.

Cualquier persona pensaría ¿porque después de un accidente siempre todo el tránsito se detiene? Bueno, hay una simple respuesta, no es el accidente en sí quien hace que el tránsito se ponga pesado, las mismas personas que paran su auto y bajan a observar lo hacen, las personas por las banquetas perplejas al haber tenido que presenciar ese momento.

Al poco tiempo la ambulancia y policías se hicieron presentes en la calle, cerrando por completo está para que no estorbaran a los profesionales. Al llegar a la escena tomaron cuidadosamente en cuerpo del chico que se encontraba dentro, inerte, cubierto de sangre.

Comprobaron que el chico tuviera pulso pero no daba señal alguna. Mientras lo trataban de reanimar otros compañeros revisaban la escena observando el celular fuera del auto que se salió de este al sacar al castaño. Lo tomaron y para su suerte no tenía bloqueo, revisaron los contactos para saber a quien avisarle del incidente encontrando el contacto de alguien al instante por ser una de las llamadas más frecuentes.

El rizado se encontraba en su cama, pensando en todos los errores que cometió en algún momento de su vida y como estos lo habían llevado a ese preciso momento en el que deseaba morir de la vergüenza y del asco que le daba ser el.

Con los ojos secos de tanto llorar y sin ganas de levantarse en años, sabiendo que todo fue su culpa y ahora había perdido a su alma gemela una vez más y por la misma razón. Sintiéndose la peor basura del universo sabiendo que este le había brindado una segunda oportunidad con su chico y nuevo la arruinó... sabiendo que esta vez ya no habría una segunda oportunidad.

Su celular sonó una, dos, tres veces pero no deseaba hablar con nadie, solo quería recostarse y dormir por mucho tiempo mejor si fuera para siempre. A la cuarta llamada recibida tomó el celular con intenciones de apagarlo pero su cuerpo tembló al ver quien lo estaba llamando.

Louis.

Su Louis.

¿Lo insultaría?

¿Le diría que quería hablar de nuevo?

Solo quería escuchar su voz, una sonrisa se dibujó en su sostuvo pero desapareció al escuchar que quien estaba del otro lado del aparato no esa ese castaño, se notaba un poco inquieto al hombre así que trató de tranquilizarlo pero no pudo hasta que este le silenció diciéndole el motivo de su llamada. Sintió su corazón parar, sus ojos se pusieron llorosos y corrió fuera de la casa tomando su auto y conduciendo lo más rápido que podía al hospital que le había sido indicado.

Su Louis, no podía, no podía dejarlo de esa manera, si quería dejarlo en vida y siempre recordarle lo que le hizo golpeándolo o maldiciéndolo que lo hiciera, pero no podía dejarlo de esa manera, no podía. ¿Como viviría sabiendo que era sonrisa no volvería a brillar? ¿Como viviría tranquilo sabiendo que esos ojos azules no volverían a cambiar de color conforme al fondo?

No podría vivir sabiendo que esa risa no volvería a salir nunca, no podría vivir sabiendo que su Louis no volvería a cantar como le encantaba, que no volvería a bailar en la cocina como un niño mientras sus canciones favoritas pasaban. Simplemente no podría vivir sabiendo que Louis no estaría ahí aún fuera lejos de él.