Capítulo 13

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Muchas gracias a todos por el apoyo a esta historia. Me tardé, lo sé, pero es que he estado algo enferma y poco a poco estoy intentando retomar la escritura.

Este capítulo va dedicado a quienes han estado haciendo edits en Instagram que me incluyen/o a mis historias jaja, que por cierto espero estén leyendo este fic.

Espero sea del agrado de todo el que lo lea.

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David llegaba al jardín después de hacer otro intento por contactar a Azul. Tal parecía que el hada le estaba huyendo, o al menos eso creía porque siempre estaba ahí a todas horas y momentos, inclusive cuando no sentía que la necesitaba. Y ahora nada.

Estaba algo molesto, pero en el segundo que divisó a Regina ese sentimiento comenzaba a disiparse dando paso a algo que podía percibir como emoción, aunque pasó a la preocupación en un instante cuando vio que la reina se encorvaba un poco llevándose las manos al vientre, apretaba los ojos y soltaba un quejido.

—¿Pasa algo? —preguntó preocupado colocando la mano derecha sobre la pancita y la izquierda en la espalda de Regina que esta vez alzó el rostro y negó con la cabeza.

—Me pateó fuerte —soltó el aire por la boca y David la hizo avanzar, llevándola hasta la banca frente al manzano donde la ayudó a sentarse, agachándose después y poniendo ambas manos sobre el redondito vientre.

—Pedacito bello —llamó al bebé. —No patees tan fuerte a tu mamá —besó con fervor la hermosa curvatura. —¿Quieres que te cante? —preguntó dejando ahora besos pequeños.

—¡No, por favor! —rio Regina llevando una de sus manos hasta los rubios cabellos para acariciarlos.

David comenzó a tararear una melodía linda. No cantaba tan bien, pero tampoco era algo espantoso y la reina no podía hacer nada más que adorar ese hermoso momento que no duró tanto como le hubiera gustado porque su pedacito bello no pareció apreciar los cantos de su padre.

—Creo que no le gustó. Me pateó la cara —dijo el Rey separándose un poco y mirando a Regina con una expresión ridículamente divertida en el apuesto rostro.

—Quizá sea porque le gusta. Sigue —le alentó.

—No me voy a arriesgar a que te patee fuerte de nuevo a causa de mi melodiosa voz —bromeó levantándose para tomar asiento enseguida de ella. —¿Qué crees que vaya a ser? —preguntó colocando la mano derecha sobre el vientre de Regina y la izquierda en el largo cabello que ahora llevaba en un medio recogido.

—No lo sé —respondió con sinceridad. No se había detenido a pensar en ello y ni siquiera sabía el por qué. —¿Y tú? —le regresó la pregunta, muy curiosa de saber qué era lo que David pensaba al respecto.

—Niña —respondió. —Es decir, si es niño lo voy a amar igual —aclaró volteando hacia el manzano. —Pero no lo sé. Siempre me imaginé teniendo una hija... —regresó su mirada a ella y sonrió con malicia —, o muchas —se rio al ver el leve espanto en el bello rostro y lo hizo aún más cuando ella le empujó del hombro con una delicada mano que se apresuró a tomar para besar con fervor. —Regina, ¿te... gustaría contarme cuál es el conflicto real entre tú y Snow? —preguntó dando un suave apretón a la mano que tomaba.

—¿Cómo? ¿No te lo dijo? —preguntó sorprendida mientras él negaba con la cabeza. La princesa era una boca floja y de verdad no podía creer que David no supiera la razón.

—Cuando la conocí dijo que había arruinado tu vida y otra de las veces mencionó que la querías matar sólo porque era más bonita que tú —le contó y la vio cerrar los ojos con una expresión de absoluta molestia en el bello rostro, como si no pudiera dar crédito a lo que él le contaba.

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