Capítulo 22

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Espero puedan perdonar cualquier error.

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Regina sollozó con rabia y apretó los puños cuando el lugar se fue iluminando poco a poco con un haz de luz que anunciaba la presencia del hada.

—¿Por qué? —preguntó en voz baja. Pasó saliva con dificultad, aguardando por la respuesta del mágico ser que, después de tanto, decidía ahora acudir a su llamado tan fácil.

—Regina. —Azul hizo un ademán de ir hacia ella al ver el estado en el que se encontraba, pero se detuvo cuando la Reina giró, encarándola.

—¡¿Por qué?! —gritó furiosa y de nuevo un halo mágico de luz emanó de su cuerpo impactando con Azul que apenas fue capaz de defenderse. El hada la miró impresionada, parecía no creer lo que acababa de suceder y en cierta forma Regina tampoco, pero no podía detenerse a pensar en ello. La situación era apremiante y necesitaba respuestas que sabía bien ella podía darle.

—Déjame explicarte —pidió con voz serena, buscando que la Reina se tranquilizara pues parecía no estar en control de su magia en ese momento.

—Dime todo Azul —avanzó amenazante hacia el hada que contuvo la respiración—. No quiero más acertijos, ni cosas a medias. Quiero toda la maldita verdad. Sé muy bien que tú sabes lo que sucede y es por ello que has venido así tan fácil, ¿no es así?

—Sí —respondió Azul. Era momento de decir la verdad—. Escúchame.

—¿Lo planeaste todo? —preguntó Regina, recordando que fue ella quien indicó a David que debía ser personalmente quien debía trasladarla al Castillo Oscuro. Volteó hacia un lado cuando la vio asentir.

—Hace doscientos años Rumpelstiltskin prefirió el poder del Oscuro en lugar de su propio hijo —empezó a contarle.

Regina frunció el ceño al escucharla. Un hijo, ¿el Oscuro tenía un hijo? Volvió su rostro hacia ella de nuevo para mirarla.

—Balefire quería que su padre renunciara a la magia. Pidió mi ayuda, lo guie para que pudiera abrir un portal que los llevaría a la tierra sin magia. Un lugar donde Rumpelstiltskin volvería a ser un hombre común y podrían ser felices, pero las cosas salieron mal. Balefire cayó en el portal, pero el Oscuro no fue con él. Desde entonces no ha hecho otra cosa mas que buscar la forma de llegar a él.

La Reina cerró los ojos mientras negaba con la cabeza. Lo que Azul decía la confundía. Jamás esperó que esa fuera la razón por la cual el Oscuro actuaba como lo hacía.

—Tú... —Relamió sus labios y miró a la Reina con pena—. Él encontró la forma de ver el futuro. Sabía que existía un camino para llegar hasta su hijo. Lo vio todo. La Maldición Oscura y a... ti.

—¿De qué carajos estás hablando? —preguntó con recelo, negándose a aceptar lo que su mente ya deducía.

—Rumpelstiltskin, desde hace doscientos años, supo que llegarías a este mundo y que serías quien lanzaría la Maldición Oscura para así poder llegar a su hijo.

Azul podía ver los estragos de la realización y confusión en la mirada de Regina. Era como si no fuera capaz de asimilar lo que escuchaba.

—Ofreció un trato a tu madre: enseñarle magia a cambio de entregarle a su primer hijo. Desde luego que Cora fue muy inteligente y logró que el acuerdo fuera invalido. Aun así el Oscuro no desistió. Aguardó el momento para que cayeras en un abismo, se aseguró de ser el único que te tendiera la mano y te instruyó hasta convertirte en la Reina Malvada.

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