Capítulo 15

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El enojo se apoderó de Regina y en un arranque de rabia arrojó el libro que leía contra la pared. La impotencia le trepaba por la columna. Llevaba semanas intentando hacer magia. Incluso usó los libros de su madre donde documentó cómo logró convertir paja en oro y tampoco pudo hacerlo. Pateó el montoncito de paja que estaba junto a la rueca que pidió le llevaran hasta ahí.

Puso ambas manos sobre su vientre. No faltaba mucho para el alumbramiento, por lo que cada día que pasaba sus temores y preocupaciones se acrecentaban. Llevó una mano hasta su espalda baja y se arqueó poquito buscando alivio. Se sentía atrapada, no podía recurrir a Maléfica, mucho menos a Rumpelstiltskin y por nada del mundo buscaría a su madre. Jamás pondría en peligro a su pedacito bello, primero muerta antes de hacerlo.

Desde luego que David buscaba por todos los medios tranquilizarla, pero lo cierto era que nada de lo que le decía la calmaba. Y el hecho de que, dadas sus preocupaciones, él se empeñara en seguir con las rondas para prevenir ataques, no hacía más que estresarla y molestarla porque se ausentaba por demasiado tiempo a su parecer.

—Te prometo que no nacerás sin que yo tenga magia —dijo a su bebé mientras salía de la biblioteca rumbo a las criptas—. Llegarás al mundo rodeado de amor, seguro y protegido —prometió fingiendo confianza en sus palabras para que su pedacito bello le creyera.

Luego de recorrer varios pasillos llegó a las puertas del lugar que visitaba casi a diario. Abrió y cerró tras ella. Caminó hasta la tumba de su padre y puso una mano sobre la fría piedra de mármol.

—Hola papá —saludó, llevándose la otra mano al prominente vientre el cual acarició—. Estarías muy feliz viendo lo mucho que ha crecido —sonrió con tristeza. Se recostó sobre la tumba—. No sé qué hacer. Tengo miedo —susurró abrazando su pancita—. Sé que David asegura que nada pasará, pero no estoy tan segura y no... —cerró los ojos e hizo una breve pausa—, no quiero hacer algo desesperado.

Percibió el temor en su propia voz. Era algo que ni siquiera le había confesado a David porque no quería siquiera pensar en esa posibilidad. Le aterraba pensar que toda aquella decisión que tomará estuviera prevista por Azul o Maléfica y que, no importara lo que hiciera, que al final terminara cumpliendo ese destino del cual la polilla le habló.

—Si es niño se llamará Henry. Como tú, papi. —Colocó los labios sobre el mármol, cerró los ojos y depositó un beso—. Solo ayúdame a que todo esté bien. No permitas que lo aparten de mi —susurró la petición que hizo con el corazón.

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Los días siguieron pasando entre angustia y felicidad para Regina. Era una sensación agridulce la que experimentaba. La cuna que prometieron ya estaba en la amplia alcoba a un lado de la cama, justo donde pidió. Desde luego que Granny se encargó de enviar la cuna con mantitas, ropita, almohaditas y hasta el pequeño colchón. A Regina le parecía demasiado para venir de una mujer a la que no le tenía buena fé, pero al mismo tiempo se convencía que no había nada de malo en recibir esos regalos para su pedacito bello. Se lo podía imaginar envuelto en una de las mantas tejidas.

—¿En qué piensas? —David la tomó de los brazos por detrás y dejó un beso largo en su cabeza.

—En lo mismo. En que muy pronto nacerá —respondió recargándose en él y los fuertes brazos la envolvieron de inmediato, permitiendo disfrutar de esa hermosa intimidad que compartían y que crecía día con día.

—Nuestro pedacito bello —susurró con amor, besándola ahora en la mejilla derecha y acariciando el prominente vientre—. Un pequeño príncipe o princesa —dijo con ojos cerrados, imaginando esa misma escena, pero ya con su bebé ahí en la cuna. Regina asintió y después de un momento, habló:

A New BeginningDonde viven las historias. Descúbrelo ahora