Capítulo 25

342 36 18
                                    

Gracias a todos por leer, por dejarme comentarios, por hacerme saber que la historia les sigue gustando. No voy a mentir, el final se acerca y, mientras que por un lado me hace sentir nostálgica porque le tengo cariño a la historia, en verdad me causa mucha emoción poder llegar al final.

Espero sea de su agrado y que puedan perdonar cualquier error.

P.D. Para quienes leen la Reina Malvada: terminando este fic me concentraré en esa historia.

___________________________________________________

La impotencia era una emoción que acompañó a Regina a lo largo de su niñez y adolescencia. Y es que no podía ser de otra forma al vivir bajo la mano de Cora por lo que, la impotencia, era una sensación que le resultaba familiar. Sin embargo, ahora parecía muy distinta pues esta vez el sentimiento era provocado por una situación que amenazaba con alejarla de lo más importante que tenía en la vida, la razón por la cual decidió dejar atrás su deseo de venganza y ver la cabeza de Snow clavada en una estaca.

—Mi hija. Quiero a mi hija —dijo, negándose a seguir escuchando. Necesitaba tener a su hija consigo, nada podía ser más importante que volver a tener entre sus brazos y bajo su protección a su pedacito bello.

—Tu hija está a salvo en el Castillo Blanco, el cual se encuentra custodiado por las hadas —contó Azul a fin de tranquilizar a la Reina. La vio apretar los labios y negar con la cabeza, aferrándose a la mano de David con fuerza, como si ese punto fuera su centro, su lugar seguro.

Inhaló profundo llenando sus pulmones de aire y alzó la barbilla, sintiéndose satisfecha con lo que había conseguido junto con Maléfica: Regina, a pesar de haberse enfrentado a Pan, de sufrir angustia y desesperación, se veía radiante, llena de vida, de esperanza y de luz, algo totalmente alejado a la imagen que conocían de la Reina Malvada, llena de odio, rencor y sed de venganza.

—Dijiste que mi destino era reunir a Rumpelstiltskin con su hijo y lo hice. Nunca mencionaste algo de acabar con la maldita oscuridad —reclamó evidenciando su hartazgo. Quería reunirse con su hija, ir a casa con su esposo y dedicarse a ser feliz. ¿Es que acaso era mucho pedir después de lo que había pasado? Todo eso la hacía pensar que eso estaba lejos de terminar y que se alejaba de ella la posibilidad de un final feliz.

—Lo sé. Verás, ese era un destino que debías cumplir. No había otra forma para darle a Rumpelstiltskin lo que quería y detener al Oscuro, pero hay algo mucho más importante y grande a lo que estás destinada, y eres la única que puede conseguirlo —explicó Azul.

—De no hacerlo esto jamás acabará —agregó Maléfica a fin de ayudar al hada a convencer a Regina.

—Estoy harta de esto. Hablen de una maldita vez —demandó Regina de forma agresiva, dejando en claro que no confiaba en ellas. Y es que lo cierto era que estaba cansada de ser usada para fines de los demás como si de una pieza de ajedrez se tratara. David le colocó su mano libre en el hombro y Regina volteó a verlo.

—Sea lo que sea, sé que puedes hacerlo —murmuró, pero ella negó con la cabeza. El semblante de la Reina cambió, revelando ante él la preocupación que sentía.

—La magia viene con un precio. Siempre es así. Ya bastante hice con abrir un portal para traer a Baelfire —explicó. Tomó aire profundamente y exhaló—. No quiero arriesgar a Charlotte ni a ti más de lo que ya lo he hecho. Me niego a ello.

El pecho del Rey se oprimió al percibir la angustia en la voz de Regina. Estaba preocupada y temía por las consecuencias que podía traer lo que fuera que ese par quería que hiciera.

—La magia funciona de formas inimaginables, Regina. Y así como a veces hay precios que pagar, también sabe recompensar —dijo Maléfica a la que aún consideraba su amiga y a quien había decidido proteger cuando aceptó la propuesta de Azul.

A New BeginningDonde viven las historias. Descúbrelo ahora