Capítulo 18

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Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,mi alma no se contenta con haberla perdido

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Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Poema XX de Neruda

(...) 

Narrador omnisciente

Los inocentes y tan transparentes sentimientos de Jungkook ganaron por sobremanera a su buena cordura, su corazón pudo más que aquel cerebro que le repetía que algo no andaba bien en ese lugar. Sus grandes y fuertes brazos que tantas veces todos esos meses, intentaron escapar, estaban aferrados ahora a un escuálido y delicado cuerpo. El cuerpo de su tan adorada Vant.

—Si supieras... —le dijo apretando un poco más su agarre, haciendo que de la boca de ella escapara un pequeño quejido —si pudieras hacerte una sola idea de cómo te he pensado, añorado y necesitado todos estos meses, Vant.

Ella solo suspiró, sintiendo la respiración agitada de Jungkook sobre su cuerpo. Entendía que él hablaba en serio.

—Llegué a dudar de que existías, creí que todo lo había inventado... —cerró sus ojos con fuerza al delatar aquello —pero aquí estas, junto a mi...

—Jungkook...

—Dejé mis cosas listas. —se apartó un poco de ella para mirarla, pero sin soltar aquel abrazo que la rodeaba —podemos irnos cuando quieras, no me importa nada.

—Jungkook. —volvió a llamar su atención, tratando de escapar de sus brazos.

Pero aquellos, parecían ser siempre demasiado fuertes.

—Tengo una casa en Japón, es muy linda, esta ubicada en el campo y flores adornan su jardín. —rió, mirándola a los ojos, con aquella ilusión intacta —estoy seguro de que amarás ese lugar, además podemos cambiarlo como tú quieras...

Vant volvió a suspirar, mirando aquellos ojitos tiernos cargados de lágrimas y un brillo excesivo.

—Jeon...

—Un piano. —volvió a sonreír sorbiendo su nariz. —compraré el piano más hermoso para ti. Pero debemos irnos ya, Jae Bi nos puede encontrar.

—¡Jungkook no iré contigo a ningún sitio! —gritó, soltándose de aquel abrazo, con la esperanza de hacerlo despertar de aquella ensoñación de una vez.

—Pero... —sus brazos quedaron semi extendidos, aún en la espera de volver a ser ocupados —Vant... dijiste que, que tú y yo.

Ella dio un par de pasos cortos escuchando sus torpes palabras. Se detuvo de inmediato y le señaló uno de los sillones de cuero al lado de ellos.

𝐸𝑛 𝑡𝑢 𝑝𝑖𝑒𝑙 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎𝑛 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora