Capítulo 24

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NARRA JUNGKOOK Vant sonreía con ternura cuando Tae alzaba un poco más la voz para ganarle a Jimin, en la loca batalla para saber quién cantaba francés mejor

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NARRA JUNGKOOK
Vant sonreía con ternura cuando Tae alzaba un poco más la voz para ganarle a Jimin, en la loca batalla para saber quién cantaba francés mejor. Yeonjun reía a su vez mientras tocaba la guitarra, ambientando todo el lugar y amenazando de vez en cuando en tirar la guitarra a la fogata que había a su lado, si los participantes no se calmaban.

Me sentí como en un hogar, me llenó el alma, estar rodeado de gente tan hermosa.

—Creo que ya va a amanecer... —susurró en mi odio, tomando mi mano muy despacio. —los amaneceres aquí son inigualables sin duda, aunque cada vez que los veo, sé que necesito una buena compañía...

Le sonreí, apretando su mano en la mía con delicadeza.

—Me encantaría ser tú acompañante. —le dije y ella se levantó, indicándome que la esperara un poco.

La vi desaparecer por las escaleras, con rapidez. Y luego, a los pocos minutos bajar vestida con un largo vestido blanco y con una manta verde oscura cubriendo sus hombros. Aunque seguía descalza.

—Con las defensas que tienes, eso te mata. —me levanté apuntando sus pies.

Ella me sonrió como si lo que yo hubiese dicho era de lo más tierno.

—Eso resolvería mucho... —dijo. Y la sonrisa que había puesto por ver la suya se desvaneció.

Creo que se percató de eso, pues pasó a mi lado corriendo, muy sonriente, incitándome a seguirla.

Miré cómplice a Jimin que elevaba y movía las cejas coqueto. Mientras que Yeonjun me hacía señas para la que la siguiera. Reí con ellos cortos segundos, y corrí tras Vant para no perder tanto sus pasos.

Cuando pude verla de nuevo, había salido por la puerta principal y corría descalza sobre la tierra, cómo si sus pies sensibles no sintieran nada. Tampoco tuve tiempo para ponerme algo en los pies, así que acepté el barro que se había formado por el rocío de la mañana y la tierra húmeda.
Reí ahogándome en mi respiración agitada, al ver que aún no podía alcanzarla, y me detuve a ver cómo su cabello era mojado por la poca niebla y cómo su vestido tan inmaculado, ahora estaba cubierto con una gran cantidad de barro.

La tan preciada mujer, se detuvo, viendo a unos noventa metros cómo yo me ahogaba entre mi risa. Caminé al ver que se había detenido y me extendía la mano. Llegué hasta ella con la respiración un poco más calmada, pero sin quitar la sonrisa en mi rostro.

—Aún no ha salido el sol Jungkook, pero pronto lo hará, si nos apuramos podremos verlo desde el prado.

Sorbió sus mocos, su nariz estaba roja del frío. Así que sorbí mi nariz también y tomé su mano fría, entre mi mano fría.

Y volvió a correr pero esta vez más lento.

Agradecí que al llegar a aquel lugar tan mágico, el sol estaba recién saliendo. No hubiese podido aguantar el no cumplir con lo que ella quería.
El pasto era tan verde, llegaba a mis tobillos, y a lo lejos, pequeños cerros de campos de lavanda se veían.

𝐸𝑛 𝑡𝑢 𝑝𝑖𝑒𝑙 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎𝑛 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora