Capítulo 8

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Ella me quiso, a veces yo también la quería

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Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos
poema XX de Neruda

(...)

Narra Jungkook

Yo la invité. Ya había pasado cuatro meses en lo que llevaba siendo amigo de Kim, la chica más carismática que he conocido. Así que no vi problema en invitarla a ver las estrellas desde mi hotel.

Adorné la azotea del edificio con pequeñas luces cálidas, y una infinidad de mantas y cojines por donde se viera.

Haciendo todo aquello, me puse a recordar mis primeras semanas con ella, y la maldita manía que tenía por disfrazarse de alguien fría, cuando la realidad era otra.

Yo comencé a amar como su risa salía sin permiso alguno al ver cosas crueles. Reía por la caída de un bebé o porque mi calificaciones solían ser más bajas que las de ella.

No era una persona complicada, parecía no molestarle el hecho de que yo no me comunicara con ella de forma normal. Entendía mi problema, lo aceptaba y me ayudaba a la vez.

Sonriendo volví a preguntarme... ¿Qué hice de bueno para merecer una amiga como ella?

—Señor Jeon, acaba de llegar la señorita Kim... —Dijo un empleado abriendo la puerta de la azotea para avisarme.

Me obligué a salir de mi ensoñación y le sonreí, aprobando para que la dejaran pasar.

En medio de todas las cobijas, dejé muchas delicias y cosas para beber.

Me senté, mirando hacia la enorme y encendida ciudad. La noche estaba cálida a pesar de ya ser otoño y calmaba un poco los nervios atorados en mi abdomen.

—Gracias... —Su dulce, pero a la vez ronca voz, me hizo desviar mi vista hacia ella.

Se despedía del empleado amablemente. Dejé mis inquietas manos a mis lados, estático esperaba a lo que haría.

—Santo. Cielo. —recalcó sus palabras, mirando todo a su alrededor con unos hermosos ojos de asombro, una vez nos vimos solos.

Con asombro y ternura la miraba yo, Kim, mi linda Kim, traía puesta una pijama de osos pardos.

—Chico... —Dio vuelta en su eje, sin dejar su asombro —Esto es... —el aire abandonó sus pulmones y yo me sentía cada vez mejor al haber causado algo en ella.

Bastante conforme estaba con su reacción.

—Es simplemente, hermoso...

Sonreí acercándome a pasos lentos.

Como si algo en ella se hubiese encendido, dejó de observar todo para mirarme rápidamente, me analizó de una forma verdaderamente auténtica.

Kim sacó su bufanda color marrón y corrió sobre las cobijas hacia mi, con los brazos alzados, mostrándome su prenda.

𝐸𝑛 𝑡𝑢 𝑝𝑖𝑒𝑙 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑎𝑛 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora