—¿Alguien me explica porque Michael parece un perro, a quien su dueño acaba de dejar fuera para entrar al supermercado?— inquirió Vicki, entrando a la reunión.
—Polly no quiere que entre.— explicó John, mientras esta se sentaba encima de una de las mesas.
—Bien. Ahora que ya están ambas tesoreras de la empresa...— comenzó a decir Tom, mirando a Polly y a la pelinegra. —Necesito vuestro permiso para gastar mil guineas.
—¿Mil?— inquirió Vic, bastante sorprendida.
—¿Para qué?— inquirió Polly.
—Para un caballo.
—Un caballo no cuesta mil guineas, a no ser que sea un purasangre.— dijo la pecosa.
—¿Cuándo lo habéis decidido?— preguntó Polly, cruzándose de brazos.
—Habéis estado ocupadas.— comentó el ojiazul.
—El sentido común se ausenta un momento y los machotes tenéis una idea.— habló Victoria, formando una mueca con su boca.
—Hay una potra purasangre en subasta en Doncaster Bloodstock.
—¿Y para qué queremos una potra de mil guineas?— cuestionó Polly.
—Cuando vayamos a desbancar a Sabini del negocio, todos los hombres que mandemos al recinto serán empapelados por la policía de Sabini.— comenzó a explicar Tom. —Un purasangre da paso al recinto de los propietarios.
—Estaremos con los señoritingos.— añadió Arthur. —Los guardias no sabrán dónde buscar.
—En el derbi de Epsom, chicas.— dijo John, aún apoyado en la pared. —Brindáremos con el puto rey.
—¿El derbi?, ¿Ha dicho el derbi?— hablaron al unísono, ambas mujeres.
Tommy lo fulminó con la mirada, al darse cuenta de que la había cagado. La pelinegra miró a Polly y esta hizo lo mismo.
—Eso ha dicho...— suspiró Thomas, y aclaró su voz. —Los últimos diez años, Sabini se lo ha apropiado. Si acabamos con él, en esa carrera, será simbólico.
—Madre mía.
—Y esto se os ha ocurrido tomando algo en el pub, ¿no?— comentó Pol.
—Chicas. Un buen caballo de carreras es una inversión, como un inmueble.
—¿Estás comparándome un caballo con una puta casa?— cuestionó Vic, aún sentada encima de la mesa.
—Tenemos que diversificar nuestras actividades.
—¿Y cuándo se supone que es la subasta?— preguntó Polly.
—Mañana.— Arthur contestó.
Sin que ninguno de los presentes se diera cuenta, Michael entró en la sala y se colocó entre Victoria y John.
—¿No te he dicho que cerraras la puerta?— habló Polly, mirando a la pecosa.
Antes de que esta pudiese contestar, Michael lo hizo por ella.
—Lo ha hecho. Había una llave en un clavo.— justificó. —Os he estado escuchando, y quiero ir con vosotros.
—¡¿Lo veis?!— se alteró su madre.
—Me encantan los caballos. Hasta puedo ayudar...— dijo, mirando a John y luego a Tom.
—¡Por encima de mi cadáver!— contestó Polly.
—No me va a pasar nada, mamá.— habló, provocando que la expresión de Polly se suavizará un poco, al escuchar cómo la había llamado. —Las subastas tienen buena fama. Se llevan a sus mayordomos.
—Y a sus esposas finolis.— Arthur bebió un poco de whiskey.
—Y a sus queridas.— dijeron, al unísono, John y Vicki.
—Déjale, Polly.— insistió Arthur.
—Vamos, Polly. Incluso irá Vic, sí así confías más.— comentó Tommy, provocando que la pecosa lo mirase con el ceño fruncido.
—Vamos, compramos la potra y volvemos.— dijo Arthur.
—Y yo lo llevo a la casa de Sutton antes de que anochezca.— añadió John.
—No pasará nada, Pol.— dijo Finn.
—No.— sentenció, provocando que Michael agachase levemente la cabeza.
—Pol.— la llamó Vic. —Iré yo también y te juro que no le pasará nada.
—No. No me jodais.— musitó, mientras sus ojos se aguaban.
Michael tensó la mandíbula y se giró sobre sí mismo para, acto seguido, salir de la sala asestando un fuerte portazo. La sala se quedó en completo silencio, mientras unos se miraban a otros.
—Bien. Todos a trabajar.— sentenció Tom.
La pelinegra bajó de la mesa y salió de la sala, en busca de Michael. Salió a la calle y fue hasta la casa de Pol, esperando que el chico se encontrase allí.
Con la llave que Polly le había dado, abrió la puerta y se introdujo en la casa.—¿Michael?— preguntó, quitándose el abrigo.
Éste no contestó, por lo que la pelinegra caminó por toda la casa hasta llegar a la cocina.
—Sé que no estás nada contento con lo sucedido...— comenzó a decir, sentándose en una de las sillas, a su lado. —Pero, intentaré convencer a Polly.
—¿Lo harás?
—Claro. ¿Si no quién me ayudará a molestar a Finn durante el trayecto?— bromeó, provocando que el chico riese. —Bueno, al menos te he hecho reír.
—Siempre lo haces.— comentó, mientras la miraba.
Antes de que alguno de los dos pudiese añadir algo más, una voz femenina se escuchó entrar por la puerta.
—Michael.— dijo Polly, entrando a la cocina. —Vicki, estás aquí.
—Estoy aquí.— repitió ella. —Y tenemos que hablar.
—No hay nada que hablar.— contestó, mirando a ambos chicos.
—Oh, no es sobre eso.— mintió. —Es sobre... bueno cosas de chicas, ya sabes.
—Oh, pues pasemos al salón. Tendremos más privacidad.
—Tranquilas, me iré al Garrison.— interrumpió Michael, levantándose y caminando hacia la puerta.
La pelinegra le guiñó el ojo, sin que Polly se diese cuenta, ya que estaba sirviendo té, y éste le dedicó una sonrisa.
—Bien. ¿Qué te ocurre?— preguntó, tendiéndole la taza de té.
—Tienes que dejar que Michael vaya.
—Lo sabía.— rodó los ojos.
—Polly, escúchame. No le va a pasar nada, simplemente iremos, compráremos la potra y volvemos.— posó sus manos encima de las suyas, mientras la miraba. —Por favor.
—Vicki...— dudó.
—Vamos, si quieres que Michael se quede, tienes que dejarlo ir.— comentó. —Irán Finn, Arthur, John, Tommy y Charlie, estará más que protegido.
—Lo sé.— afirmó. —Bien. Pero solo porque confío en ti. Espero que no me defraudes.
—Claro que sí, tía Pol.— La abrazó y la señora esbozó una sonrisa, al escuchar el apodo, aunque no fuese su tía.
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𝐖𝐈𝐄 (1) | Finn Shelby
Fanfic「 𝐋𝐈𝐁𝐑𝐎 𝟏 」 Finn simplemente la escuchaba. No porque no quisiese hablar o porque no le interesase el tema, si no porque disfrutaba admirar como la chica se entusiasmaba, ante el simple hecho de hablar sobre libros. Algo que había cautivado ver...