Capítulo 47

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Caminaba eufórica por los jardines exteriores, buscándola. Realmente no podía creer que esto estuviera pasando. Solo se había distraído unos instantes. A cada minuto que pasaba, su corazón más rápido bombeaba.
Los Shelby, unos segundos después, salieron también para comenzar a buscarla por el exterior, ya que del interior ya se habían encargado.

—¡Victoria!— Artemis llegó hacia ella.

—¿Qué?

—La han visto irse con un señor.

—¿Cómo era?

—Era alto y llevaba un sombrero de copa.

—¿Amarillo?

—Sí. Los han visto hace nada.

La pelinegra notaba como una presión en el pecho amenazaba por hacerse presente. El aire comenzaba a faltarle poco a poco. Y sus piernas empezaban a fallar, hasta el punto en el que aterrizó de rodillas en el suelo.

—¡Vicki!— Finn llegó a su altura. —Tranquila, respira. Victoria respira.

Ella no lo estaba escuchando en absoluto. El mundo a su alrededor no paraba de girar, y sentía que iba a vomitar en cualquier momento. Cerró los ojos e intentó regular su respiración.

—Ven.— Artemis y Finn la ayudaron a levantarse del suelo.

—Los han perdido de vista.— Los Shelby llegaron hacia la chica.

—¿Cómo que los han perdido de vista?— Se soltó como pudo del agarre. —¡¿Cómo cojones los han perdido de vista?!— Se acercó a Tommy. —¡Contéstame, joder!

Antes de que alguno pudiese contestar, Ada llegó corriendo hacia ellos.

—¿Dónde está?— dijo, mirando a sus hermanos.

Estos negaron con la cabeza y miraron a la pelinegra, quien ahora no parecía estar en la tierra. Su cabeza iba a mil por hora, pensando en qué podía hacer.

—Ha sido culpa tuya.— Al escuchar esto, Vicki volvió en sí y levantó la mirada. —Ha sido sólo culpa tuya.

—¿Qué?

—Si no te hubieras metido en todo eso, esto no hubiera pasado. Es todo culpa tuya.

La pecosa la miraba incrédula. No podía creer que esas palabras pudieran estar saliendo de la boca de la persona que consideraba su hermana. Su corazón se encogió ante esto. No tenía fuerzas ni para rebatirla, por lo que pasó sus manos por su cara y giró sobre sí misma, para poder salir de ahí.

—Eso es, márchate.— dijo. —¡Te mereces todo lo malo que te pase!

—Ada...— John dijo.

Vicki, quien había continuado caminando, paró en seco y volvió a girar sobre sí misma, para llegar a su altura.

—Que te follen, Ada.

—Vicki...— Esta vez, Arthur dijo.

—Es más, que os follen a todos. A todos y cada uno de vosotros.— Los miró detenidamente uno por uno y, acto seguido, comenzó a caminar, pero Finn la siguió, agarrándola del brazo. —No me toques.—  Se soltó bruscamente del agarre. —¿Qué parte de que te follen no has entendido?

Dicho esto, lo dejó allí y, con un nudo en la garganta, comenzó a alejarse del lugar, mientras su cabeza no paraba de dar vueltas. Se arrepentía de haberle hablado así al pecoso, pero no había otra manera de que la dejase marchar.

Narra Victoria:

Aún aturdida, me subí al coche y lo puse en marcha. Sólo había una manera de parar esto.
Mi cuerpo seguía en estado de alerta, pero aún así, conduje hasta mi destino. Me repetía una y otra vez que lo que iba a hacer ahora era la única alternativa que me quedaba.
En estos momentos deseaba tener a Finn a mi lado. Pero por estúpida lo había fastidiado todo. Como siempre.

[..]

—Joder.— musitó, parando el coche.

Cerró los ojos y cogió una gran bocanada de aire, mentalizándose de lo que iba a ocurrir. Una vez lo hizo, bajó del vehículo y se dispuso a desenfundar sus dagas.
Entró en territorio enemigo, en territorio italiano. Aunque no lo pareciera, sus manos aún temblaban, tanto por la adrenalina, como por el miedo.

—¡¡Sal, hijo de puta!!— gritó, adentrándose poco a poco en el barrio.

Caminaba alerta en todo momento. Sabía que se había metido en la boca del lobo, pero no iba a ser tan tonta como para morir sin pelear antes.

—¡Ángel! ¡¿Dónde está mi hermana?!— miraba a su alrededor en busca de algún indicio de actividad. —¡Sal a dar la cara, hijo de puta!

Escuchó un ruido por lo que lo primero que hizo fue girarse sobre sí misma, empuñando el arma en la mano. Pero fue demasiado tarde, alguien le tapó la boca con un trapo.
Poco a poco, notó cómo su alrededor se iba desvaneciendo y cómo sus ojos amenazaban por cerrarse.
Aguantó todo lo que pudo, pero finalmente cayó rendida. Alguien la alzó y caminó con ella en brazos.

—Súbela al coche.— fue lo último que escuchó.

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𝐖𝐈𝐄 (1) | Finn ShelbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora