7.- Calor, sueños y esferas (Ronroneo Alfa)

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Calor, sueños y esferas

(Ronroneo Alfa)

Detrás de los cristales no había nada más que hambrienta oscuridad, negra y borrosa por las gotas de aguanieve. La escarcha débil se acumulaba en los marcos de la ventana. Afuera, los vientos gélidos de la noche aullaban con eterna pena. La luna había sido devorada.

Pero en su habitación no había que temer. Se encontraban bajo las mantas, rodeados del calor de sus cuerpos que embriagaba el ambiente doméstico.

Louis se había despertado hacía unos diez minutos, en medio de la fantasmal madrugada. Sus ojos no podían ver más allá de su propia nariz, pero no importaba, sabía que a su alrededor no había más que paredes y unos cuantos muebles.

Por más que intentaba, no lograba volver a sumergirse en los mares del sueño. Se encontraba aprisionado en los brazos del lobo, que lo sujetaba con fuerza aun estando dormido. Su cálido y suave pelaje lo envolvía, pero era una sensación incómoda. Demasiado caliente, apenas si podía respirar. Los pies le ardían por el calor, y no encontraba una salida.

Sentía su cuerpo desesperarse. Irritado, intentó removerse del fuerte agarre. No quería ser demasiado brusco para no despertarlo, pero al ver que Legosi simplemente no cedía, se movió con más fuerza. Sabía que se veía como un gusano retorciéndose, pero cuando un ligero frescor le besó el rostro poco le importó que tan ridículo se veía.

Y entre el forcejeo, lo escuchó.

La oscuridad vibró con una especie de gruñido. Lo escuchó detrás de él y sin darse cuenta encogió los hombros, como si su cuerpo quisiera protegerse el cuello. El sonido provenía del lobo. Nacía desde lo más profundo de su garganta, pero no era amenazador, más bien...

Era algo similar a los ronroneos de los felinos.

Estaba a punto de comenzar sus forcejeos de nuevo cuando sintió que Legosi lo atrajo más a él, abrazándolo tan fuerte que era casi doloroso, quedando de nuevo aprisionado por completo en sus fuertes brazos. Entonces aquel gruñido suave lo rodeó, junto a los latidos de su corazón.

Sus ojos se abrieron por la sorpresa, y todo rastro de sueño desapareció por un instante. No sabía que un canido Alfa podía emitir semejante sonido, más bien, no sabía que un Alfa en si podía emitirlo. Sonaba extraño, casi incorrecto.

Las muestras del amor que Legosi le profesaba solían ser abrumadoras, y siempre lo dejaban pensativo. El lobo se estaba entregando por completo a él, pero poco a poco dejaba de molestarle.

Cuando sintió ganas de bostezar recordó lo mucho que deseaba dormir, quedarse en vela pensando en el "ronroneo" de su lobo no le atraía en lo más mínimo. Si bien se encontraba de vuelta en el problema que lo despertó, en esa ocasión se dejó querer y terminó acurrucándose contra el cuerpo de su pareja, aspirando su olor tan familiar.

Pasó mucho tiempo antes de que pudiera volver a dormirse, pero finalmente lo hizo con el pensamiento de ellos estando en el centro del mundo, en una pequeña esfera cristalina. Y detrás de esta, por debajo y alrededor, sólo había caos, tormentas. Ojos que juzgaban, con destellos que bailaban entre la malicia y la lastima, una sociedad que esperaba grandes cosas del ciervo rojo. Pero ¿Qué importaban aquellas sombras ponzoñosas? Estaban dentro de la esfera, protegidos, desafiando a la oscuridad.

Las últimas flores del año (Omegacember)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora