21.- "Pesadilla... ¿Húmeda?" (Celo Omega)

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"Pesadilla... ¿Húmeda?"

(Celo Omega)


Legosi supo que la abismal noche estaba contaminada mucho antes de abrir la puerta.

Venía de adentro, un fuerte veneno que se escabullía en espirales invisibles hasta llegar a él. Reconoció la vieja placa en la puerta, cuyos números oxidados bailaban y cambiaban cada vez que los miraba. Pero no necesitaba leerlos para saber que era la entrada a su departamento. Guió su mano hacia la perilla y con un suave movimiento la abrió sin esfuerzos.

La oscuridad lo recibió; por unos instantes solo vio sombras delineando las figuras del amueblado familiar. Las largas ventanas estaban abiertas de par en par, dejando entrar el viento suave que blandía el cortinaje blanco de forma espectral.

Sin embargo pudo olfatearlo a la perfección. En el aire flotaba el denso y tibio aroma de algo tan familiar y a la vez algo que jamás había conocido. Lo envolvía todo bajo una espesa bruma embriagante, y Legosi sintió que abandonaba su cuerpo para pasearse por un bosque de pinos. Era el aroma de Louis, un intenso incienso más dulce de lo que nunca fue.

Al fondo, una cuña de luz amarilla desgarró la oscuridad: el umbral de una puerta que se abría lentamente, como la salida al final del túnel. Su resplandor se hacía cada vez más ancho y consigo el fuerte aroma lo golpeó hasta marearlo. Se sintió lleno de él con cada bocanada de aire.

Avanzó por la sala, sin siquiera notar que estaba caminando; hipnotizado en un mar de sensaciones, su cuerpo respondía a viejos instintos. Reconoció el calor de la juventud perdida, cuando el llamado de apareamiento era más febril, más insoportable. Todo volvía mientras su olfato de cazador lo hacía ver coloridas venas que le marcaban el camino a su presa. Era tan bello; era una visión animada de aquello que la corriente incesante de su vida había dejado atrás.

La puerta de la habitación que compartía con Louis estaba abierta, ofreciéndole lo que tanto anhelaba.

En medio de la cama, sobre un edredón húmedo por la tibieza de su cuerpo desnudo, estaba un ciervo rojo, indefenso. Por las feromonas que despedía era obvio que estaba en celo, pero era diferente a cualquiera de los que Legosi había visto en él. Con tan solo notar el dulzor en el aire se daba cuenta; no sentía el ardor de la rebeldía ni el excitante deseo que lo invadía cada vez que compartía celo con el otro Alfa.

Era tan extraño.

Mientras él se debatía confuso, Louis respiraba con irregularidad en dolorosos jadeos y sollozos. Se acurrucaba contra las sábanas, como si buscara desesperado las caricias que se le negaban. Unos grandes ojos húmedos y brillantes como la miel lo miraban en una súplica silenciosa, llenos de promesas suaves.

Bueno, eso era nuevo, pensó el lobo gris mientras se acercaba a la cama.

Su sola presencia en la habitación parecía alterar al indefenso cérvido, pues al verlo abrió sus largas piernas como una invitación silenciosa. Su miembro erecto goteaba, y por más atención que intentaba darle con sus manos no parecía traerle ningún consuelo. La frustración salía de él entre quejidos lastimeros, cada uno más doloroso que el anterior.

Algo andaba muy mal, y Legosi no pudo reprimir el pánico que subió por su pecho cuando la vergonzosa verdad iba creciendo en él.

Louis estaba en celo, sí, pero no como el Alfa que siempre había sido.

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⏰ Última actualización: Feb 05, 2023 ⏰

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