14.- Por él (Bozal)

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Me fue imposible actualizar estos últimos capítulos, hubo un apagón en mi ciudad que duró tres días. Enseguida subiré los drabbles atrasados. Muchísimas gracias por leer.

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14

Por él

(Bozal)


—¿Un bozal?

Las hebillas destellaban por las luces de la habitación, plateadas como un espejismo. Brillaban con una obscena pulcritud.

—¿P-Para qué? —musitó Legosi. Todavía no se atrevía a tocarlo.

—¿Para qué crees? —replicó el cérvido, con un deje de irritación.

El objeto maldito parecía burlarse de su confusión, en medio de la cama. Sobre las blancas sábanas, destacaba por su negrura. Le llegó el olor artificial y ajeno del cuero, y se resistió al impulso de arrugar la nariz. Supuso que su lenguaje corporal pedía a gritos una explicación, pues Louis tomó el bozal en sus manos. Los broches tintinearon al chocar entre sí.

—La otra noche estuviste a punto de morderme —dijo Louis. Su tersa voz volvió a la calma, pero no lo miraba.

El joven lobo reflexionó sus palabras. Eran ciertas. Si no llegó a morder al herbívoro fue porque este le había apartado bruscamente el rostro con la palma. En el fondo, una voz le recriminaba su pobre autocontrol, su intento de anteponer sus instintos por encima de las decisiones de Louis, y había otra más desagradable. «—Hubieras dejado que lo hiciera —quería reclamarle esa voz. Pero la hizo callar.»

El tema de la marca seguía siendo la espina dolorosa en su relación. ¿Hasta cuándo se sentarían a hablarlo? No lo sabía.

Los cinturones del bozal colgaban entre sus dedos, danzaban y formaban en el aire sonrisas macabras. El hedor del cuero ya le revolvía el estómago, no podía imaginarlo tan cerca de su nariz.

—¿Puedes probártelo? —lo miró a los ojos, y al parecer pudo ver su inseguridad en ellos— Por mí...

Por él, pensó Legosi, por él. ¿Qué no haría por él?

Tomó el bozal de la mano del cérvido, y un sentimiento de repelús le recorrió el brazo. El forro tenía una textura aterciopelada, pero, aun así, sentía que estaba a punto de meter su hocico en un agujero negro.

No le gustaba ese bozal, como suponía le pasaría a cualquier otro Alfa. Por él, se recordó.

Por él.

Cuando por fin enterró su hocico en esa cárcel de cuero y terciopelo, el pensamiento de que estaba pagando su pecado lo golpeó. Se había perdido entre la lujuria, los jadeos y el calor del momento, y en su delirio, estuvo a punto de morderlo, imponiendo su propio placer. Usar un bozal era lo mínimo que podía hacer para compensárselo.

—Déjame ayudarte —susurró Louis.

Fue él quien terminó de sujetar las hebillas. No estaban demasiado tensas como para lastimarle, pero si lo suficiente para cerrar su hocico por completo.

La situación no llegaba a ser humillante del todo, ya que se trataba de una protección extra, pero no quería imaginar su rostro en ese momento, atrapado entre cintas, apunto de soltarse a gimotear. Louis, por el contrario, parecía satisfecho. Su índice delineó un camino de su frente a la nariz. Legosi podía ver amor en sus iris de miel, y su cola osciló con unas cuantas sacudidas de alegría.

—Gracias por esto —sonrió, y le dio un suave beso por encima del bozal.

Oh, cuanto deseó poder sentirlo en su piel. 

Las últimas flores del año (Omegacember)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora