Bajo la luz de la luna.
Daniel Johnson.
Tres semanas después de la muerte de Isabella De Rossi.
Pasaron tres semanas, tres semanas en las que Alexandra se alejó de todo el mundo. Yo iba a verla a su casa cuando su padre y hermano no estaban, le llevaba porciones de helado, golosinas y otras cosas. En ocaciones veíamos una película u otra cosa, pero siempre me gustaba acompañarla cuando podía.
La semana anterior yo ya había empezado a ir a la escuela de fotografía, Alexandra me contó que a ella también su madre la había inscrito a dicha clase, yo la animaba a que viniese conmigo a las clases, pero se negaba. Decía que en noviembre iba a empezar de nuevo.
De el colegio ni hablar, desde que su madre murió no puso un pie allí, recibía sus clases desde casa, no quería ir, pero yo siempre la buscaba en mis tiempos libres, al igual que su amigo, Max.
Me encontraba en casa terminando mis tareas un viernes cualquiera, uno de los últimos de octubre. Decidí ir a verla, ya hacía dos días que no la veía. La necesidad de verla cada vez era más grande.
Yo acepté, acepté hace ya varias semanas mis sentimientos hacía Ale, sin embargo habíamos evitado tocar el tema, ambos sabíamos que algo entre nosotros había cambiado después de esos días que nos acercamos, que ella me llamaba ahogada en llanto, me llamaba para que la consolara.
Me tardé un poco en terminar la tarea de matemáticas y una que tenía atrasada de la clase de fotografía. Terminé a las cinco de la tarde.
Tomé las llaves de mi camioneta y salí de la casa, el cielo se tornaba de un color rojiso por el verano, estaba hermoso, y allí pensé en Ale, le había dicho que siempre que lo viese, la recordaría, y así lo hice.
Me subí a la camioneta, puse cualquier canción pegada que encontré y salí hacia su casa. Las calles de Bryson city eran tranquilas, aunque su casa quedaba un poco alejada eso no era un obstáculo para buscarla.
Pasé por una tienda, compré unas golosinas, refrescos y otras cosas para comer.
Llegué hasta su casa, quité la música y me bajé de la camioneta. Observe todo el lugar, el jardín era muy bonito, habían unas flores amarillas y tulipanes, eran los únicos que reconocía, eso porque mamá antes tenía en el jardín. Pasé cerca de los tulipanes y quedé viéndolos por unos segundos. Segundos después ya tenía tres en las manos, pensé en ella, se los iba a llevar, aunque fueran de su propio jardín.
Muy romántico de mi parte.
Toqué el timbre y bastaron unos segundos para que abriera la puerta. Para ver esa hermosa cara, esos ojos que iluminaban todo a su paso, aunque solo yo lo notara, aunque solo yo quedara embobado cada que la veía.
Nos quedamos viendo por unos segundos, me puse nervioso cuando vi las flores que traía.
—Son para ti —dije nervioso.
—Vi desde mi cuarto cuando las cortabas. —sonrió—. Me encantan.
—Te gusta observarme —dije divertido.
—A lo mejor —suspiró—. Pasa adelante.
Pasamos a la casa y dejé las cosas en la cocina, ella puso las flores en un valdecito de agua.
Me quedé viéndola como un estúpido mientras ella echaba las golosinas en un recipiente hondo. Andaba su cabello en una coleta, su cabello castaño brillaba, así como de seguro mis ojos cada que la veía, andaba con un pantalón de pijama gris, con manchitas blancas, y una camisa un poco grande casi del mismo color. Se veía tan linda, aún así, en esas fechas.
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Miradas oscuras
RomanceLa vida de dos jóvenes de diecisiete y dieciocho años está a punto de cambiar. Pero siempre hay algunas personas que te ayudan a salir del precipicio al que has caído. Dos jóvenes que se ven envueltos en las jugadas del destino. Deberán aprender a s...