Capítulo Veintiuno

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ALEXANDRA.

Johnson y yo llegamos a la estación de policías, por alguna extraña razón me sentía nerviosa, no porque fuera responsable de dicho acto, sino porque su familia podría hacerme responsable. 

Se me había metido en la cabeza llamar a papá para que se diera cuenta donde estaba, pero dudaba mucho que le importara. 

Pensé en Mateo y a él sí le llamaría. Estábamos esperando mi turno para declarar, y, me levanté para llamar a mi hermano. El celular sonó por unos momentos y no respondió, hasta unos segundos después.

—¿Ocurre algo? ¿Estás bien? —preguntó confuso.

—Estoy en la estación de policía, me van hacer unas preguntas —respondí, escondiendome de un agente que no me perdía de vista, y por extraño que pareciera, me intimidaba.

—¡Qué diablos! ¿Qué hiciste, Alexandra? —habló un poco enojado.

Mateo siempre era muy cariñoso conmigo, pero cuando se enojaba pasaba hasta días sin hablar, hasta que verdaderamente se le pasaba y se disculpaba conmigo. 

—Quieren hacerme unas preguntas, por el asesinato de Marco —confesé. 

—¿Asesinaron a Marco? —su voz era de asombro total—. No me jodas, Alexandra, voy para allá, tú no tienes nada que ver con esto. Que no me jodan.

¡Ese es mi hermano! 

—Gracias, te quiero mucho —dije  sonriendo.

Noté que Jhonson me empezó a mirar raro, lo había dejado en los asientos de espera, para venir a tomar la llamada y cuando vio que sonreí me dio una ojeada y sonreí más, a lo que él también. 

—Yo te amo, mi niña —dijo Mateo—. Sabes que estoy contigo en las buenas y en las malas, sos mi hermana favorita, y también, para eso estamos los hermanos.

—Aquí te espero —colgué la llamada.

Colgué la llamada con mi hermano, y el agente de hace unos minutos me seguía viendo, como podían ser tan intimidantes. Me fui rápidamente cerca de Johnson.

—¿Todo bien? —preguntó mi novio.

—Si, cariño, no te preocupes —dije dándole un beso en la mejilla.

El estaba apunto de besarme en los labios, cuando me llamaron, una secretaria se paró y mencionó mi nombre.

—Alexandra Rossi —anunció, una chica morena, con unos ojos café súper lindos—. El comandante Guzmán la espera en su oficina.

¡Vaya mierda!

Johnson me dio un beso y caminé hasta la oficina del comandante.

—Buenas tardes —dije—. Ya estoy aquí, ¿qué se les ofrece? 

—No somos clientes de nada para que nos diga así —respondió, no muy amable.

—Oh, lo siento —no, no lo siento—. Entonces, aquí estoy, pregunten lo que quieran.

Fingí una sonrisa amable.

—Bien, Alexandra Rossi —hace una pausa—. Queremos saber de su propia boca, ¿Qué relación tenía con el joven Marco?

Tragué saliva, no podía evitar estar nerviosa.

—Era mi exnovio —aclaré—. Terminamos hace un año.

—¿Por qué? —dijo el hombre con el ceño un tanto fruncido.

—Por actitudes tóxicas e infidelidades —confesé. 

Miradas oscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora