Capítulo Siete| Hard rock café

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  Daniel.

Al fin salgo de clases y me dirijo con mis amigos a la cafetería, pude ver a Alexandra que sale muy ligero, ya que está vez anda sin compañía.

Por desgracia Gabriela viene con nosotros, me sacó a fuerzas del salon, a veces no la soporto, la verdad ya me tiene ostigado.

Llegamos a la cafetería y me he dado cuenta que estoy mirando mucho a la castaña.

—¿A quién miras? —cuestiona la rubia que me tiene harto—. Ey, Daniel.

—A nadie.

—Pues no lo parece, pero la verdad no veo a ninguna más guapa que yo por nuestros alrededores —dice tocando su cabello—. Así que da igual.

—Sin ofenderte, déjame decirte que hay más guapas —El pelinegro Oliver habló, habló para decir verdades—. Sin ofender, eh.

—Tienes toda la razón —digo riendome y chocando nuestros puños, el pelinegro se ríe emocionado por haber herido el ego de la estúpida rubia—. Lo siento.

Sonreí muy fuerte.

Oliver no habla mucho, pero cuando habla casi se arma la tercera guerra mundial, como en estos momentos.

—Son unos grandes hijos de puta —dice levantándose enojada—. Los dos.

—Lo sabemos —digo viéndola a los ojos y levantandole una ceja.

—Te odio, Daniel —dice enseñandome el dedo corazón—. No sabes cuanto. Pudrete.

—Eso me gusta —digo riéndome.

Se retira de la mesa, no sin antes agarrar sus cosas. Gabriela es una persona completamente egocéntrica, piensa que todo gira alrededor de ella. Piensa que todos los chicos la ven a ella o que todas las chicas me ven a mí. Cuando no es así.

—¿Aún sigues saliendo con ella? —el pelinegro pregunta confundido.

El sabía que ella y yo teníamos algo, sin embargo también tenía claro que no era nada formal, no era nada serio. Recordé que hace unos años, Oliver gustaba de Gabriela.

—No. Solo somos amigos —respondí desinteresado.

—Bueno, pero por lo que veo, ella si quiere algo más contigo —dice frunciendo el ceño—. Gaby no ha cambiado nada.

—La verdad, si. —hago una pausa— No esta en mis planes tener una relación formal con ella, ni con nadie, creo.

—¿No la quieres? —pregunta confundido.

—Claro que la quiero, pero, es un cariño de amigos, de buenos amigos, yo no la veo como algo más —afirmé—. ¿Sabes? Me he arrepentido al permitir que las cosas llegaran hasta este punto, a ella la consideraba como mi mejor amiga, sin embargo, nuestros acercamientos han hecho que ella se ilusione. Al principio hicimos un acuerdo, este era que solamente era para aprender, ¿me entiendes? Al inicio fue como: Hay que besarnos para aprender —sonreí—. ¿Me explico?

—Si, te explicas, querido amigo —se burló—. ¿Se empezaron a besar cuando tenían catorce, cierto?

—Sí. Justamente cuando yo cumplí los catorce, Gabriela había ido a casa con su madre y subió a mi habitación y me robó un beso —tomé un poco de agua—. Y bueno, ya sabes, ahí empezó todo.

No sé si Gabriela aún le interesa, pero por lo que veo, si. Algo entre mi me dice que tengo que aclararle todo y decirle que solo somos amigos, hacer que me crea. Tenia meses de no tocar este tema conmigo y ahora que lo hace es mi momento de aclararle.

Miradas oscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora