Capítulo Dieciséis

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El inicio del fin

Alexandra

Paseo por mi habitación pensando en sí la decisión que he tomado es la correcta. Agarro las manos de mi novio y lo miro a los ojos para hablarle.

Todo esto me ha dejado peor de lo que estaba por lo de mi padre, Marco es un maldito. Afortunadamente él llegó a tiempo.

—¿Qué haremos? —me pregunta el chico de los rulos, ansioso.

Sé que se merece lo peor del mundo, sin embargo no voy a dejar que Johnson se manche las manos de sangre con una escoria como Marco.

—Hay que dejarlo ir —dije viéndolo a los ojos.

Él se levantó y pasó sus dos manos por la cabeza, un tanto enojado, luego regresó y se sentó a mi lado.

—¿Estás segura? —me abrazó.

—Segurísima —me aferré a él— somos muy jóvenes para destrozarnos la vida así, no estaría satisfecha de hacerlo.

—Está bien, como tú quieras, sabes que yo te apoyo en todo —me besó en la frente.

—Pero quiero que lo denunciemos, hablaré con mi papá, para que vayamos a denunciarlo —pasé mi mano por su cabello.

—Está bien, sabes que por ti me convertiría hasta en un asesino, en lo que sea, por defenderte y cuidar de ti —sonrió y luego se levantó.

El aroma a limón se sentía por todo el cuarto. Me levanté de la cama y fui al espejo a ver el moretón que tenía a un lado del labio.

—Te juro que ese maldito no te pondrá una mano encima en lo que le queda de vida —Jhonson estaba atrás mío, me abrazó por la cintura.

—Te quiero —sonreí— te quiero muchisimo, Johnson.

Él levantó una ceja y se apartó.

—¿No que me amabas? —sonrió sarcástico.

—No. Te quiero —mentí.

—Pues ya aprenderás a amarme —me agarro nuevamente de la cintura, juntando nuestros cuerpos.

—Eres un loquito, claro que te amo. Lo sabes —le di un beso en la mejilla.

Yo soy más de dar besos en la mejilla, pero a él le encanta.

—Bien. Ahora vamos abajo a ver qué haremos con el desgraciado que tengo amarrado —empezó a caminar hacia la puerta.

—¿Lo tienes amarrado? —pregunté

—Obvio, de otra forma no estuviera tranquilo —yo sonreí ante su respuesta.

Bajamos las escaleras y cuando busqué al idiota de Marco, sentí miedo. Estaba amarrado al centro de la casa con una soga y estaba tapado de la boca con una pañoleta.

—¿Qué te parece si lo quemamos vivo? —Johnson sonrió, obviamente era broma.

Marco inmediatamente levantó la cabeza y empezó a querer hablar, pero la mordaza se lo impedía.

Miradas oscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora