Capítulo Veinticuatro| Cena navideña

819 41 3
                                    

CAPÍTULO VEINTICUATRO| CENA NAVIDEÑA. (Capítulo narrado por Daniel y Alexandra)

Daniel

El señor Rossi entró a la casa, sonriente. Todos quedamos muy sorprendidos, pero, al final no dijo nada. Dijo que en unos días nos íbamos a enterar de la noticia. Se fue y no le dimos mucha importancia. Todo lo que tenía que ver con él y mi madre siempre me ponía de mal humor. 

Yo estaba emocionado por esta noche, mi primera navidad con Alexandra. Estaba tan feliz.

—¿En qué piensas? —Alicia se paró frente a mí, sonriente.

—En lo de esta noche —afirmé—. Mi abuela conocerá a Alexandra.

—Ohhh, que bien. Estoy segura de que se llevarán muy bien, tu novia es un encanto.

—Si, lo sé. 

Y luego pensé.

—¿Irás conmigo a la cena a casa de mi abuela, no?

—Si tú quieres.

—Pues claro que quiero, ven acá —la abrazo—. Te quiero mucho.

—Yo también te quiero, mi niño.

—Oye, ya no soy un niño.

—Para mi siempre lo serás. 

Empecé a sacar unas cajas con ropa que por algunas razones ya no utilizaba. Alicia ayudó a sacarlas y dijo que se las quedaría. 

Me dirijo hasta la cocina para tomar un poco de jugo, cuando escucho que mi mamá me llama desde su habitación. Voy inmediatamente pensando que algo le pasa.

—¿Mamá? ¿Qué pasa? —logré decir.

Quedé conmocionado al ver dos de sus maletas llenas de ropa y ella con su bolso en su mano. La vi a los ojos y apartó la mirada, avergonzada. Algo muy raro en ella, ya que si hacía algo a ella le importaba muy poco lo que pensaran los demás.

—Me voy… Bueno, por unas semanas nada más —dijo en tu tono de voz calmado—. No quiero irme peleada ni enojada contigo, hijo. Por favor dime que me perdonas, creo que tardaré un poco en volver. Perdón por todo.

—No tengo nada que perdonarte, mamá —aclaré—. Pero… ¿a dónde vas?

—Me voy de viaje un tiempo.

—¿Vas con él?

Di un trago grueso, mientras sentía un nudo en la garganta, después de todo tenía la esperanza de que se dejaran, pero veo que es imposible. 

—Sí. 

No respondí más.

Di la vuelta y a pasos agigantados salí de la habitación, y ella me detuvo tomando mi brazo.

—Te dejé una nota en tu habitación —rozó mi brazo—. No olvides cuanto te quiero.

—Pensé que al final si ibas a querer pasar esta noche conmigo —susurré—, en familia.

—Me hubiese encantado, te lo juro —me soltó—. Pero yo me he portado muy mal. No lo merezco, y creo que es momento de que tú tomes tus propias decisiones sin que yo me entrometa. 

—Pero, mamá… 

—No, Daniel —me abrazó—. Cuidate en estás semanas, por favor. Después de que la leas no me busques, estaré bien.

—Mamá, no te vayas…

—No he sido buena, Daniel —rompió el abrazo—. No puedo quedarme. He sido una mala madre, tú lo sabes.

Miradas oscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora