Capítulo Veintidós

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20 DE DICIEMBRE.

Daniel 

La suave brisa de la playa movía mis rizos alocados por el viento. Igual ya lo tenía hecho mierda. Al igual que mis pensamientos, tenía muchas semanas dándole vueltas a la propuesta de mi profesor de fotografía. Todo esto había llegado para revolver mis pensamientos y las cosas que tenía planeadas.

Me levanté con la cámara colgada en uno de mis brazos del escritorio que me habían asignado en la escuela en la que estaba estudiando, les había tomado fotografías a dos de mis compañeras —y amigas— para demostrar lo aprendido en la práctica de esta tarde. 

—Ya he terminado mi práctica de este día, supongo que quiere ver las de hoy —le pasé la cámara al profesor y él la tomó.

—Siempre presentando excelentes fotografías, joven Daniel —me sonrió.

—Eso intento —me crucé de brazos, sonriendo.

Sabía que lo hacía perfectamente bien, solo que me gustaba hacerme el humilde.

«Humilde»

Al recordar a mi novia diciéndome así, sonreí estúpidamente.

Joder, yo soy todo menos humilde.

—Se esforzó mucho por aprender y lo logró, eso habla muy bien de usted, joven —me regresó la cámara—. Se merece mucho las cosas buenas que están por pasar.

Eleve una ceja, confundido.

—¿Qué cosas? —fruncí el ceño.

—¿Aún no te ha llegado la carta o la noticia en el correo? —se sentó en el escritorio y me miró con curiosidad. 

—Mmmh no… —fruncí el ceño—. Ni siquiera sé de qué me habla.

—De la propuesta que te han enviado —sacó una papeleta—. Bueno, más bien a ti y a la señorita Abril Silva.

Abril era una de las mejores fotógrafas, en nuestro curso, según el profesor Martín.

Y el otro, según él, era yo…

—¿Para qué? —no pude evitar sonar confundido.

—Para que puedan estudiar, o más bien hacer un año de estudio en París, en una de las mejores escuelas de fotografía de allí, y luego ya los dejarían con un trabajo fijo, ahí mismo.

Oh, no…

—¿Y… cuándo enviaron la carta? ¿O cómo ha sido esto? —la confusión en mi cara era obvia. 

Nunca pensé llegar a ser tan bueno en algo, al punto de que me llegaran a dar una beca, por así decirlo.

Siempre me había considerado uno de los peores alumnos en el colegio, incluso algunos me veían así, pero mis notas no eran malas.

—Hace una semana, creo —se levantó—. Deberías aceptar, eh. 

Pero…

No podía, aquí tenía una vida con Alexandra. 

Una que se podía joder en el momento que me fuera, pero tenía que rechazarla, lo tenía que hacer.

Las palabras del profesor me golpearon los pensamientos y volví a la realidad.

—Porque vas a aceptar, ¿o no? —levantó una ceja, yo no dije nada y él siguió hablando—. Mira, te voy a ser muy sincero. Eres uno de los mejores fotógrafos que he tenido en esta escuela, y quiero verte triunfar algún día, en Francia, en España, New York; en todos los lugares en que vas a poder viajar gracias a esto.

Miradas oscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora