Capítulo Dieciocho

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Deseo incontrolable 

Daniel
 

Son las once de la mañana y no me aguanto para que llegue la noche, tendremos una cena en casa. Mamá no estará, no se donde diablos se va a meter, 
pero es mejor.

Lo normal de siempre, el señor Leandro entrando y saliendo de mi casa. Y yo haciendo lo mismo también. 

Alicia se encuentra en casa, ella no sabe nada de la cena. Este día se va a pasar la tarde con su familia y generalmente regresa al día siguiente.

Me encuentro ordenando mi habitación, no es lo más normal, pero esta vez decidí hacerlo yo, aunque Alicia insistió.

Quito unas sábanas blancas y las cambio por unas negras, cuando una voz me sorprende.

—Ese es mi trabajo y me lo estás quitando —Alicia sonríe. 

—Solo quería hacerlo yo ahora —sonreí. 

—Yo me voy a ir, luego te aviso si me regreso o no —me dio un beso en la mejilla.

—Claro. Diviértete —le sonreí.

—Tu también —dijo caminando hacia la puerta.

—Claro que lo haré —ella dio una carcajada y se fue.

Terminé de ordenar toda la habitación y luego de eso llamé a un restaurante para que me enviaran la comida, contraté a una chica y un chico, para que fueran los meseros. La cena sería en el jardín que queda atrás de la casa. Ale no conoce mi casa, es la primera vez que vendrá. No puedo creer que algo tan insignificante para algunas personas sea algo tan importante para mí. 

Bajo a buscar un poco de agua helada para tomar, uno de los cuadros con fotos de papá llama mi atención, yo de bebé y él con una gran sonrisa.

Me dirigí a la cocina y busqué agua, muy fría. Cuando regresé me senté en una silla a buscar algunas cosas que tenía que comprar para mis clases de fotografía. Empecé a leer un libro sobre algunas cosas importantes de la fotografía, para que no se me olviden en los exámenes que se avecinan, fotógrafos importantes y cosas básicas, pero importantes. Un libro que me recomendó mi profesor, para él es muy importante que lea todo esto y para mi también, ya que es algo que me encanta.

El siguiente año tenía que empezar la universidad, tenía que empezar a estudiar mucho, hace unos meses no me sentía tan capaz de empezar una carrera y de pensar que podía terminarla. Pero ahora sí.

Mi mamá siempre insiste en que le diga que es lo que quiero para mi vida, estoy segura de que ella está buscando cualquier mierda para alejarme de Alexandra.

Me levanté nuevamente para ir a la cocina, cuando unos toques me detuvieron. Fui inmediatamente a la puerta, para mi sorpresa la visita no era nada agradable.

Gabriela.

—¿Qué haces acá? —pregunté molesto— Pensé que ya no me ibas a joder más la vida.

—¿Puedo pasar? —sonrió. 

—No.

Ella me pasó llevando y entró a la casa. Se dirigió hasta un sofá a sentarse.

—¿Que no entiendes que no, es no? —fruncí el ceño, caminando hasta donde ella.

—No. No entiendo —hace una pausa— No entiendo como pudiste cambiarme por una zorra como Alexandra Rossi, desde que me enteré la odio, pero a ti no puedo odiarte.

Se levantó enfadada a gritarme a la cara. Es una completa descarada, después de lo que mandó a hacer a Marco viene a mi casa. Sabe que yo no le haría nada, por el hecho de ser mujer.

Miradas oscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora