Capítulo II: La comida es la llave maestra.

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Sus manos volaban sobre el cuaderno de matemáticas, resolviendo a un ritmo bestial las funciones parabólicas como si se tratasen de sumas de primaria; su atención, sin embargo, se dividía entre hacer los cálculos correctamente e insultar a la naturaleza por permitir el nacimiento de la persona que decidió que sería una brillante idea tener dos horas de matemáticas un lunes a primera hora.

Simplemente perfecto.

Para que estemos claros, Katsuki podría ser muchas cosas, y no todas eran buenas, pero ser un mal alumno no estaba entre ellas; siempre entregaba todo dentro del tiempo establecido y sus notas eran sobresalientes. Teniendo eso en cuenta, ésta era la primera vez que se encontraba haciendo una tarea a último momento, pero luego de crear la novena maravilla del mundo —dígase: su apunte de historia—, sintió curiosidad por ver cómo los demás hacían los suyos y, bueno, se encontró con todo un mundo nuevo en internet que absorbió su fin de semana por completo; tantas ideas creativas y bien ejecutadas que, por un mísero instante, opacaron un poco su primer trabajo pero no se desanimó porque aun utilizando solo una lapicera negra y un lápiz naranja, había logrado darle una buena paliza a gran parte de sus contrincantes desconocidos.

Así que, en vez de intentar recordar eventos que pudiesen darle alguna ventaja, planificar su curso de acción, entrenar o hacer la tarea de matemáticas, decidió que era necesario romper su alcancía e invertir el dinero en útiles escolares decentes. Porque esto era la guerra y ninguna piruja de internet iba a arrebatarle el primer puesto en tendencias de apuntes.

"¡@lasnotasde_vickytortilla, prepárate para ser destronada porque ya llegó el rey!", fue lo que pensó mientras pagaba por la cosa más fina que había comprado en su adolescencia: un estuche de marcadores punta pincel que incluían más de veinte colores diferentes. ¿Eran necesarios tantos? No, pero Katsuki iba en serio, su cuenta ya creada a nombre de "@king'sexplosivesnotes" podía dar fe de ello.

Tiró su lápiz contra el escritorio con más violencia de la que era necesaria cuando terminó la tarea, sonriendo con orgullo porque aún quedaban cinco minutos hasta que la clase comenzará y el profesor ni siquiera estaba a la vista. Sin embargo, su buen humor se lanzó por la ventana cuando vio quiénes entraban al salón: los tipos que le habían saludado el lunes pasado, a quienes recordó luego como los "amigos" con los que se metía en peleas y salía de vez en cuando; no habían hecho nada más que molestarlo desde que llegó, insistiendo en ir a jugar videojuegos o pasear por ahí cuando él claramente estaba muy ocupado.

— No vengan a romper los huevos.

— Aw, vamos, viejo. Apenas vamos llegando y ya nos estás corriendo. — Yokosaki Yuuto sonrió mostrando sus afilados dientes de tiburón, acercándose a su escritorio luego de dejar su mochila. — ¿Qué pasa? Andas un poco raro, la semana pasada podría jurar que no tenías ni idea de quiénes éramos.

— Qué te importa, idiota.

— Ja, clásico. — Katsuki gruñó a Shirosu Takaoki cuando le apuntó a la cara con sus extraños dedos largos. — Aunque tiene razón, además, has sido bastante amable estos días... ¿Estás saliendo con una chica?

El rubio parpadeó, sin comprender la lógica que estaba utilizando este humano subdesarrollado. — ¿Eso qué tiene que ver?

— Escuché que el amor te hace estúpido, además tendría sentido con tu cambio de actitud, ¿no? — sonrió perezosamente acomodando su largo cabello castaño tras sus orejas, una sonrisa cómplice formándose en su rostro.

— ¡Tiene sentido para mí! — con la exclamación a su derecha, sintió que un mejor plan de acción hubiese sido escapar de su casa e irse a vivir en las montañas; llevaba apenas una semana aquí y ya no aguantaba estar rodeado de adolescentes. — ¿De quién estamos hablando? ¿Finalmente les hiciste caso a las universitarias?

«No somos iguales» | Bakugou Katsuki [EN EMISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora