Capítulo VIII: La pala...

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— Y entonces el profesor me dijo: "al dibujar una cintura pequeña y un pecho voluminoso, no estás respetando las reglas de anatomía, sobre todo si el cuerpo es de un hombre..."

Katsuki asintió, sin prestar demasiada atención, porque estaba ocupado cociendo a mano un par de peluches, hechos con mucho amor y desprecio para los dos tarados con los que se encontraba en videollamada.

— ¿Y qué le contestaste? — preguntó Shirosu, cuya cámara lo filmaba mientras doblaba la ropa sobre su cama con sábanas de pizza.

— Le dije que estaba equivocado y que yo conocía en persona a un chico que cumplía esas proporciones. — respondió haciendo señas en silencio hacia el rubio, para evitar que se enterara, seguro de que se molestaría si supiese que estaban discutiendo sobre sus medidas.

— Ah, ya entiendo, ¿y al final?

— Bueno, al final le peleé tanto que me terminó aceptando el trabajo, aunque dijo que si tenía la posibilidad de llevar una foto para comprobarlo, lo hiciera. — levantó la vista de su cuaderno de dibujos en donde estaba garabateando para mirar seriamente la pantalla. — Pero en fin, ¿quieren venir a mi casa hoy como a las diez? Mi mamá tiene una fiesta de chicas, de nuevo.

— Seguro. — asintió el castaño, antes de desaparecer de la pantalla para guardar la ropa en su armario.

— ¿Y tú, Katsuki?

— ¿Yo qué, perdedor? — murmuró mientras terminaba de coser el último peluche, atento no a la conversación, sino a que no se mostrara en pantalla para no arruinar la sorpresa.

— ¿Quieres venir a dormir a mi casa hoy?

— No, qué asco.

— ¡Oye! — replicó Yokosaki, frunciendo el ceño molesto. — ¡Te juro que ya limpié mi habitación!

— Y yo llevaré pizza con extra queso y jamón, tu favorita. — añadió su otro amigo, apareciendo frente a la cámara, tomando asiento en su escritorio.

— ... Bueno. — Katsuki terminó aceptando porque qué diablos, él tenía derecho de comer esa maldita pizza, además quería aprovechar la oportunidad de estar en persona para contarles la desastrosa "cita" que había tenido hoy.

— ¿Qué les parece si probamos algo nuevo? — preguntó Shirosu como quien no quiere la cosa. — Podríamos tomar alcohol.

— Ay, yo pensé que ibas a proponer un beso de tres... — el dientón dijo con una mirada decepcionada; Katsuki miró a la pantalla, sin saber por qué estaba sorprendido del pensamiento degenerado del adolescente.

— Si quisiera besar porquerías, buscaría en el basurero una menos sucia que tu boca. — soltó un resoplido, comenzando a guardar las herramientas que había usado.

— ¡Oye!

— Entonces, ¿qué dicen? — preguntó el chico entre risas, viendo como su amigo murmuraba insultos por ser llamado peor que basura. El rubio lo pensó seriamente porque, si bien no aprobaba que los menores de edad bebieran, sabía que tarde o temprano lo terminarían haciendo con o sin él, así que decidió mejor estar allí para supervisar.

— Está bien, pero no se excedan... — una llamada entrante en su celular interrumpió la conversación, hizo una señal a la cámara y silenció su micrófono para atender.

— Hola, ¿quién habla?

— ¡Ah! Hola... Soy yo, la mamá de Izuku. — el rubio miró el aparato con sorpresa, sin imaginar las razones que la mujer nerviosa tendría para llamarle casi a las ocho de la noche.

— Hola, señora. Tiempo sin saber de usted, dígame, ¿qué necesita?

— Bue... bueno... — las palabras salieron vacilantes, ella observó nerviosamente hacia el pasillo mientras enredaba el cable del teléfono en su dedo, no sabía cómo explicar la situación. — Se trata de Izuku... Él ha estado deprimido desde que empezaron las clases, pero... pero ha estado llorando y gritando desde ayer. Estoy muy asustada, ¡tengo miedo de que haga una locura! — dijo susurrando para que su hijo no la escuchara.

«No somos iguales» | Bakugou Katsuki [EN EMISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora