Capítulo 14: El cuidador.

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 —Solo quédate aquí y no robes nada —advirtió Katsuki cuando entraron al galpón trasero de la florería, mientras se alejaba para ir al baño a sacarse el maldito peine de la cabeza.

Nishiya los vio pasar, saliendo de la sala de descanso con su enorme taza de café en la mano, y no tuvo mejor idea que acercarse a chismear al nuevo individuo desconocido.

—Hum... Este es más sobrio que los otros —comentó, dando vueltas de forma maleducada alrededor del adolescente, sin darse cuenta de sus malos modales por la larga noche combatiendo al crimen que había tenido ayer. Estaba muy cansado y desvelado—. Debo admitir que el grupo que lo sigue es bastante diverso, aunque raro, sí.

—¿A qué se refiere con eso? —preguntó Shinso, anhelando con cada fibra de su ser la taza navideña de café, así que se animó a preguntar—: Oiga, ¿puedo tener un poco de eso?

—No, solo para empleados, chico —respondió con maldad, sorbiendo más fuerte el líquido para demostrar su punto—. De hecho, ni siquiera deberías estar aquí atrás. Pero, claro, ese mocoso siempre se salta las reglas como si fuera el dueño del lugar. Un día de estos el señor Takada debería...

Shinso rodó los ojos con fastidio y eligió mirar las plantas bonitas, aunque aburridas, para distraerse del discurso del anciano, pero nada lo preparó para lo que estaba por ver salir del baño.

—¡Ja, ja, ja! —Se dobló a la mitad sobre su estómago, riéndose como nunca en su vida cuando vio al temido Bakugou salir vistiendo un tonto traje de oso. Al ver como caminaba rápido hacia la puerta de entrada, luchó contra sus propias manos para sacar su nuevo celular—. ¡Espera, espera! ¡No te vayas, quiero tomar una foto!

—¡Vete a la mierda tú y ese viejo pitero! —maldijo el rubio, cerrando de un portazo tras de él.

—¡¿Y yo qué hice ahora?! —Se quejó Kamui, mirando en su dirección, antes de volver a despotricar como un viejo de la tercera edad—. Sus padres no le enseñaron valores ni modales. Maldito mocoso malagradecido, siempre molestándome con sus... ¿Eh?

Miró con ojos perezosos su mano, repentinamente vacía, donde debería estar su gigantesca taza roja de café. Con mucho esfuerzo logró entender lo que pasó, y cuando lo hizo pateó el suelo con ira.

—¡Otro más para hacerme la vida imposible! ¡Odio a los adolescentes! —gritó con la cara roja y diciendo—: ¡Es todo! ¡Me voy a operar para no tener hijos! —; abrió la puerta con su fuerza mejorada, casi arrancándola de sus bisagras.

—¡Ustedes dos, malditos niños...! —Comenzó, pero guardó silencio cuando unos grandes ojos azules lo vieron incriminatoriamente. Omura estaba parada con las manos en la cadera, cosa que indicaba que estaba enojada con él y a punto de cometer acciones violentas.

—Con que así pasas tus horas de trabajo, ¿no? Bebiendo café como alcohólico y maldiciendo a Bakugou y sus amigos.

—No, yo no...

—Perdone que le haya robado el café, pero como ya le dije, sufro de insomnio y necesitaba beber. Ojalá usted no me lo hubiera negado —dijo el pelivioleta con una cara triste, dándole un codazo a su cargo para que le siguiera el juego. Katsuki bufó por lo bajo, pero cumplió poniéndole una mano en el hombro como si lo compadeciera.

—¡Tú no dijiste eso! ¡Mentiro...! ¡AY! —La mujer ya lo había cazado por la oreja.

—Tú y yo tenemos un par de cosas que hablar —murmuró con voz grave, antes de mirarlos a ambos con una sonrisa tranquilizadora—. No se preocupen, chicos. Ustedes trabajen tranquilos.

—¡Espera...! —La puerta se cerró.

—¡Pff! Como si tú trabajaras para empezar —se burló Katsuki, ordenando los billetes en la caja registradora—. Nada más te la pasas bebiendo café y dormitando por todos lados. Pareces más un zombi que yo.

«No somos iguales» | Bakugou Katsuki [EN EMISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora