Capítulo VII: Quiero besar a mi nuevo amigo.

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Izuku se hallaba recostado en su cama, viendo la pantalla del celular, pasando las fotos que había tomado de Kacchan, a escondidas, a lo largo de los años; fotos del rubio durmiendo sobre su escritorio, caminando con sus amigos, incluso las fotos del anuario escolar. No podía apartar la mirada del rostro pálido, pero la rabia que sentía en estos momentos era indescriptible, venía acumulándose desde hace años, viendo como el otro conversaba con sus otros compañeros de clase mientras no le dedicaba una mísera mirada a él. Extrañaba, contra todo pronóstico, los tiempos en que el rubio lo miraba con disgusto porque, al menos así, sabía que estaba al tanto de él. Las lágrimas de impotencia cayeron como ríos por sus mejillas pecosas, su cabeza le recordaba cómo saludaba a sus nuevos compañeros, cómo era amable con Kirishima, cómo bromeaba con Iida, todo.

"Ni siquiera mi don ha hecho que me voltee a mirar", pensó con el pecho apretujándose de dolor porque había estado atento a la prueba de todos, menos a la suya, estando más interesado en mirar un nido de pájaros que ver cómo él usaba un don que nunca antes había tenido.

En su mesita de luz, la única foto que Kacchan había consentido se alzaba de pie sobre un marco que había hecho a mano, mostrando la foto de dos niños corriendo con sonrisas en sus rostros, causándole más dolor al recordar los viejos tiempos donde eran buenos amigos, o al menos se acercaban más.

— Izuku, hijo, ¿puedo pasar? — dijo su madre, llamando a la puerta con suavidad.

Secó sus lágrimas de prisa, incorporándose sobre las sábanas azules con una sonrisa falsa en su rostro colorado por el llanto. — Sí, mamá, pasa.

— Mi pobre hijo... — no creyendo en su acto, reconociendo cómo se veía cuando lloraba, corrió a abrazarlo con dulzura, acariciando su cabello verde con cuidado, tomando asiento en la silla del escritorio, al lado de la cama.

Izuku notó con desánimo que esto le recordaba al día en que los médicos le informaron que no tenía un quirk, su madre lo había consolado igual que ahora y, aunque ella no lo sabía aún, al igual que antes, tampoco podría ayudarlo con su nuevo problema. El día que recibió el One for All de All Might se había prometido a sí mismo nunca volver a ser el mismo chico triste del pasado, pero aquí estaba nuevamente, faltando a su promesa por culpa de su amigo de la infancia.

— ¿Qué te pasa, hijo? Sabes bien que puedes contarme cualquier cosa, lo que sea y lo resolveremos juntos, ¡te lo prometo! — el nerviosismo habitual en la voz de su madre hizo poco para tranquilizarlo, recordándole que él había heredado la misma personalidad nerviosa, aquella que Kacchan tanto odiaba.

— No, mamá... Kacchan no me va a volver a hablar.

— ¿Por qué dices eso?

— ¡Él mismo me lo dijo! — exclamó, rompiendo en llanto de nuevo. — Dijo que teníamos un acuerdo, ¡en el que no existimos para el otro!

— Pero... ¿No es mejor así? — dijo la mujer, recordando cómo el chico se burlaba de su hijo en la escuela. — Así ya no va a molestarte más y puedes rehacer tu vida sin él hostigan-

— ¡No! ¡No! ¡No! — interrumpió con un grito lleno de desespero, sujetándose la cabeza con fuerza, como si la sola idea le fuera insoportable. — ¡Él no puede...! ¡No puede dejarme!

— Cálmate, hijo...

— ¡No! Sin él, yo... yo no sé...

— ¡Izuku, ya basta! — gritó, asustada con el comportamiento extraño de su hijo, intuyendo que sus sentimientos iban más allá de una simple amistad, pero la obsesión que tenía le preocupaba.

— Mamá. — dijo alejándose de ella, sabiendo que nunca entendería lo que sentía por su amigo. — Quiero estar solo.

— Pero...

«No somos iguales» | Bakugou Katsuki [EN EMISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora