Capítulo 11: Primer ensayo.

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Había tenido un día bastante normal en la escuela, con la única anomalía siendo la mirada escrutadora de Aizawa durante las clases. Sabía que debería estar intranquilo de que descubriera su mentira, pero esa mañana estuvo tan aburrido que tuvo la tentación de lanzarle un beso solo para ver cómo reaccionaría él y toda la clase.

Probablemente muy mal.

Ahora se encontraba en su trabajo, aprovechando que no tenía muchos clientes, debido al clima caluroso, para tejer la bufanda más horrible de la historia, con colores chillones que no combinaban y puntos mal hechos, todo para regalarle a su terrible madre. Observó a un niño llorando en la acera de en frente, completamente sudado, con su helado derritiéndose rápidamente en su mano, todo desde la comodidad de la floristería, que tenía un potente aire acondicionado para que él no sufriera el mismo destino con su traje peludo.

— ¡Bienvenido a la Floristería Takada! ¡Mi nombre es Katsuki y estoy para ayudarte! — saludó con falso entusiasmo cuando un hombre corpulento entró.

— Qué amable, gracias. — dijo sonriendo extrañamente, cosa que le hizo sentir incómodo. — Quiero un ramo de tulipanes envueltos para regalar, no importa el color.

— Enseguida, señor. — se alejó para traer las flores de los jarrones con agua.

Del otro lado de la puerta, se escuchó un estruendo, como si algo se cayera de las repisas. Le dio una sonrisa al hombre, disculpándose por el ruido, mientras comenzaba a envolver las flores.

— Oye, demonio. — Kamui se asomó por la puerta, sonriendo cortésmente al cliente cuando notó que estaba allí, modulando su tono de voz para ser más agradable. — Cuando termines eso necesitaré que me ayudes aquí.

— Está bien. — dijo aceptando la tarjeta de crédito para cobrar el pedido.

— ¿Te importaría si te saco unas fotos, bonito?

Aunque el hombre no tenía malas intenciones, la forma en que dijo la oración junto a su espeluznante sonrisa, que tantos problemas le había dado antes, provocó que Katsuki abriera la boca con sorpresa, dejando caer el ramo de flores sobre la mesa.

— Viejo corriente, degenerado, pervertido, sinvergüenza... — comenzó a insultar furioso por este atrevimiento, señalando con sus manos enguantadas a la nueva basura que apestaba su espacio personal.

— Demo... Bakugo, ya basta. — su compañero se acercó rápidamente, intentando detener la ofensa, habiendo entendido la situación de otra forma.

— Depravado, oportunista, corrupto, cara dura...

— ¡Bakugo! — gritó mientras le tapaba la boca para que se callara. — ¡Solo te pidió permiso para una foto!

— En realidad es para mí hijita. Tiene cinco años, le encantan los osos y los chicos lindos, disculpa si te ofendí. — dijo con serenidad, ya a este punto de su vida, totalmente acostumbrado a que lo malinterpretaran. — Te pagaría por las fotos, claro.

— ¿Cuánto, a ver? — preguntó con interés, empujando la mano fuera de su boca, luego de haberla mordido con fuerza.

— Y todavía preguntas, mocoso descarado. — regañó jalándole la oreja del traje, en vez de la real, por lo que fue mirado por los otros dos como si fuera un estúpido, haciéndolo sonrojar de la vergüenza.

— ¿Qué tal diez yenes? — preguntó ignorando al otro hombre.

— ¡Ah, mira! Resultó cómico el don... — dijo con una sonrisa falsa al oír esa mísera cantidad, murmurando por lo bajo un: — Viejo mamón.

— Y encima te pones exquisito, es increíble. — el héroe masajeó sus sienes con estrés, cosa que siempre tenía cuando compartía habitación con el escuincle, pensando que ni siquiera él cobraba las fotos, y eso que era famoso.

«No somos iguales» | Bakugou Katsuki [EN EMISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora