Capítulo V: Cucarachón y su primer día escolar.

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Abril llegó marcando el retorno de las clases. Durante el receso, quienes eran ingresantes a las escuelas de héroes fueron diligentes con sus estudios y actividades físicas, esperando que eso los ayudará en su adaptación a las nuevas exigencias y cargas horarias.

Bakugou Katsuki era, como siempre, distinto al resto de los mortales, por lo que pudo darse el lujo de no tocar ni un libro, y es más, los había arrojado en un rincón polvoriento de su armario sin remordimiento alguno; entrenar su físico y diversificar su peculiaridad, por otro lado, era tan natural para él como respirar. El cielo azul y la hierba fresca de los campos de Nozomi tuvieron que verse reemplazados por un antiguo depósito de chatarra como su nuevo sitio de práctica, "apartado del vecindario y poco circulado" era la descripción que sus viejos le habían dado, pero él diría que algo más adecuado era "un lugar hecho mierda, cubierto de mugre y cayéndose a pedazos como el autoestima de un adolescente"; las ratas no tenían ni de lejos el carisma de su antiguo ejército de gallinas, pero el canto de las ranas en los días lluviosos no era algo de lo que un entusiasta de los anfibios, como él, se quejara.

En cuanto a sus viejos... El primer día en casa había sido difícil, sí, pero habían logrado mejorar sus interacciones familiares de manera exponencial. Despedirse de sus viejas pasas cristianas en la estación resultó más sentimental de lo que anticipaba, con sus padres teniendo que arrancarlo de los brazos de la madre superiora, tarea que hubiese sido mil veces más sencilla si él mismo ayudase en vez de aferrarse como garrapata a la anciana con quien veía novelas y criticaba a los closeteros del internado que osaban molestarlo de vez en cuando.

Y si Katsuki se veía como un gatito abandonado bajo la lluvia en el trayecto a casa, nadie se atrevió a decirlo en voz alta.

Pero con su madre creyendo, de forma no irónica, que le gustaban los hombres mayores, no necesitaron más de tres días para estallar en una discusión sin precedentes en la casa Bakugou, con gritos e insultos que forzarían a Jesús a taparse la cara con su propia túnica celestial. Pese a esa reacción violenta, Katsuki supo que algo fundamental había cambiado cuando, dos horas después, se halló arrojado en el suelo junto a su madre, ambos con las gargantas hechas trizas, esperando a que su padre terminara de preparar chocolatada y galletas caseras para merendar juntos.

De ahí en más, la terapia familiar consistía en merendar juntos en la sala mientras ambos rubios insultaban a los ineptos del noticiero en una extraña competencia de habilidad lingüística, con su padre desempeñando el papel del juez objetivo. Un enorme avance para ellos y una gran molestia para los desafortunados vecinos que caminaban por su calle a esa hora, no es que a ninguno de los tres les importara.

Tampoco pudo ignorar por mucho tiempo a los perdedores de sus amigos, quienes habían conseguido su usuario de Discord, colmándolo de mensajes y videollamadas que terminó aceptando ante tanta insistencia y, de ahí en más, todo fue cuesta abajo. Siendo el tipo de persona que era —competitivo como la mierda—, unas cuantas palabras malintencionadas poniendo en duda su habilidad para dominar cualquier área de la vida, bastaron para que desarrollara un nuevo pasatiempo adictivo: los videojuegos. No sorprendió a nadie que se destacara en los shooters, ¿juegos cuyo objetivo consistía en matar enemigos a diestra y siniestra? Sí, Katsuki estaba totalmente en su elemento.

Las videollamadas se convirtieron en algo de todos los días y, demasiado pronto, se halló aceptando la invitación de Yokosaki para una noche muy masculina de videojuegos en su casa, es decir, su primera pijamada. Quizás se debía a que los años sí ablandaban el corazón de las personas, o era una forma de redimirse con sus amigos por sus malos tratos del pasado, tal vez la forma tan ilusionada en que se lo pidieron bastó para conmover su corazón podrido; pero lo cierto es que aceptó la oferta con muchísimo más entusiasmo de lo que cualquiera esperaría. Nada tenía que ver en ello la promesa de comida, claro está.

«No somos iguales» | Bakugou Katsuki [EN EMISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora