Capítulo 21: Nuestro odio debe ser eterno.

81 14 66
                                    

—Es cierto que esperaba verlos de nuevo, pero... Bueno, no en estas circunstancias. —Fue lo que dijo Yokosaki, dejando un ramo de flores blancas sobre una mesita de luz.

Después de tanto tiempo, Shirosu y él finalmente se habían logrado adaptar a las nuevas exigencias del trabajo y la escuela, respectivamente, y solo ahora podían tomarse un descanso. Justo a tiempo, además, porque su amigo había tenido un accidente de nuevo.

Katsuki estaba acostado en una de las camas de la enfermería, mirando el techo con ojos perdidos por el sedante que le habían aplicado. Y menos mal que lo habían hecho porque, aunque su mente parecía flotar en las nubes, todavía se sentía furioso. Los profesores habían tenido que separarlo a la fuerza de la gente, y luego tuvieron que inyectarlo para evitar que saliera a tomar venganza.

No podía creerlo. Es más, se negaba a aceptar que había perdido la guerra contra sus propios seguidores, incluso cuando tenía tres tipos fuertes en su bando, ¡los mejores héroes del futuro!

Sin embargo, ellos tenían la ventaja desde el principio. Habían ido preparados mentalmente para golpear a alguien, armados hasta los dientes, teniendo dones propios y superándolos en número... No era difícil ver por qué habían perdido.

Si antes tenía la ligera esperanza de volver al futuro, ahora se negaba rotundamente. Sus compañeros de trabajo, su gente, no podían enterarse nunca de la humillación que había sufrido a manos de los adolescentes.

¿Cómo haría para controlar a estos locos ahora que no podía vencerlos? ¿Por qué este nuevo cuerpo suyo era más débil? ¡Debería haber sido capaz de ganar con las manos atadas! ¡El bastardo de Todoroki había usado su don para congelar sus pies y formar pinchos, y ellos lo habían atravesado como si fueran patinadores profesionales!

—¿Cómo te sientes, Katsuki? —preguntó Shirosu, tomando asiento a los pies de su cama.

Había visto muchos seguidores afuera, llorando y gritando perdón mientras acampaban bajo la lluvia. Para Shirosu, lucían como un grupo de fanáticos de algún idol, que habían caído en una profunda depresión después de ofenderlo de esta manera. Aunque no sintió lástima por ellos, sí se compadeció de sus padres. No imaginaba el dolor de cabeza que era cuidar gente tan voluble.

—Me siento... Drogado —respondió con dificultad, sintiendo que su lengua no se movía tan rápido como debería. Suspiró con fastidio y se las arregló para preguntar, muy enojado: —Ellos... ¿Dónde están...?

—¿Tus amigos? —sugirió Yokosaki, acercándose a él mientras observaba las demás camas, donde descansaban las otras víctimas. Estaban tan vendados que parecían momias, pero no había ningún hueso quebrado, al menos—. Ellos están bien, no te preocupes. Tienes que descansar, relájate.

—No... No... —Sus ojos se entrecerraron cuando, en medio del sonido de los truenos, pudo distinguir voces gritando perdón—. Hablo de esos... Hijos de perra...

—¿Los profesores? ¿Ellos? —Intentó Shirosu, compartiendo una mirada confundida con su amigo pelinegro—. Ellos dijeron que no van a castigarlos porque no fue su culpa esta vez.

—Mis... Seguidores... —siseó venenosamente, esperando que les cayera un rayo en la cabeza a esos malditos traidores—. ¿Cuántos maté...?

De forma conveniente, Yokosaki fingió estar arreglando las sábanas de su cama, mientras evitaba responder la pregunta. Shirosu también quiso hacerse el loco, pero cuando Katsuki dejó de ver el techo, para mirarlo con ojos amenazadores, supo que, si no respondía, iba a ser el primero en morir aquí.

—No hay ningún muerto, amigo. Pero lograron herir como a cuarenta personas, ¿no es eso bueno...? —Rio con nerviosismo, golpeando la cabeza del pelinegro para que lo ayudara.

«No somos iguales» | Bakugou Katsuki [EN EMISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora