Capítulo III: El salvador es...

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"Estos imbéciles no son tan desagradables después de todo..."

— No fue tan malo, ¿no, Katsuki? — Yokosaki dijo con una gran sonrisa afilada, buscando algo entre los bolsillos de su uniforme. — Parecías bastante contento en los juegos...

— No estuvo tan mal.

Estaría mintiendo si dijese que no se la había pasado bien pateando el trasero de ambos en los juegos, no solo eso, se encontraba de bastante buen humor dado que no solo le habían comprado un jugo de manzana y un sándwich con salsa extra picante —pudo, o no, haber guardado algunos sobres extras en su billetera —, sino también un gran helado de chocolate con chispitas para que aceptará ir al arcade.

"¿Existen los prostitutos de comida? Si no es así, acabo de crear un nuevo término porque a este punto, ya ni siquiera me importa vender mi tiempo y amabilidad por la comida".

— Gracias por la comida, idiotas. — Murmuró arrebatando el cigarrillo que el pelinegro ofrecía a Shirosu para apagarlo en el dorso de su mano, su piel era resistente a quemaduras leves a causa de su quirk. Y, luego de tirarlo en un bote de basura, no tardo en poner mala cara y regañarlos. — ¿No les había dicho que dejasen de fumar? Además de tarados, adictos también.

— ¡Bah, no seas así! ¡Te compré un puto helado! — el chico lloriqueó pisoteando el suelo con capricho, pero aun así guardó el encendedor en su bolsillo apenas recibió una mirada suya.

— Sí, además, no es como si fuéramos adic-, ¡¿qué es eso?!

Ante el grito de Shirosu, miró hacia el suelo solo para encontrarse con una familiar masa sin forma que se arrastraba hacia ellos.

"Bueno, mierda, esto es malo", pensó estúpidamente cuando las piernas de todos se vieron envueltas por la viscosidad maloliente. Lanzó explosiones, teniendo cuidado de no herir a sus compañeros, pero al igual que la última vez, no funcionaban del todo bien con el villano que se rearmaba sin inconveniente alguno.

— ¡El recipiente tiene una buena peculiaridad! ¡Qué suerte!

Contrario al villano, Katsuki pensó que hoy definitivamente no era su día; los jueves son ahora sus nuevos lunes: una mierda; logró liberar las piernas de los dos tontos, quemando parcialmente los ruedos de sus pantalones, solo para que ambos quedaran congelados en su sitio sin saber qué hacer.

— ¡Vayan a buscar ayuda, inútiles! — gritó enojado, aún sin creerse que estuvieran ahí, paspando moscas mientras él estaba siendo medio devorado por esta porquería.

— ¡No podemos dejarte aquí! — Shirosu tuvo la audacia de gritar, aun cuando prácticamente podía oler el terror que desprendían ambos; las piernas de Yokosaki parecían gelatina de tanto que temblaban, joder.

— ¡O van a buscar ayuda o yo mismo volveré del infierno a patearles el culo!

Eso pareció ser suficiente para que el sentido común entrara en sus primitivos cerebros de orangután ya que, casi al instante, salieron corriendo hacia la calle principal pidiendo auxilio entre gritos. Con ambos a salvo, podría concentrarse por completo en el enemigo que tantos problemas le había causado.

— Ríndete de una vez, ¡solo dolerá por cuarenta y cinco segundos y luego no sentirás nada!

Gruñó con rencor al escuchar la risa desquiciada de este cabrón. Siguió lanzando explosiones para mantenerlo alejado de su cara y brazos, sabiendo que exigía a su cuerpo más de lo que estaba acostumbrado a esta edad; estaría agotado por días si es que lograba sobrevivir. No podía permitirse el lujo de vacilar ni por un segundo ya que, si recordaba correctamente, tendría que aguantar entre diez y quince minutos sin respirar correctamente mientras seguía luchando con esta cosa; su terca fuerza de voluntad y resistencia eran las únicas razones por las que no había muerto asfixiado aquella vez, así que esperaba que pudiese hacerlo de nuevo.

«No somos iguales» | Bakugou Katsuki [EN EMISIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora