CAPÍTULO III

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Al finalizar el horario escolar, rubia y morena salieron corriendo en busca de las hermanas de esta última, quienes las esperaban fuera del edificio con Nadiya contándole a Calla como había estado su día y Calla fingiendo escucharla mientras pensaba en las ganas que tenía de llegar a casa y ponerse a jugar con el nuevo circuito de carreras que Brina le había regalado por su cumpleaños número ocho.

Las dos adolescentes tuvieron que apoyar las manos en las rodillas para recuperar el aire perdido, antes de mirarse y soltar una carcajada que llamó la atención de varias personas a unos metros de distancia.
Las dos amigas no pudieron evitar reír todavía más, hasta que una lágrima recorrió la mejilla de Brina, que fue secada con suavidad por Lía y su sonrisa torcida.

Llegadas a este punto, las dos pequeñas se encontraban ya a un lado de su hermana, quien era observaba por su mejor amiga como si se encontrara frente a la octava maravilla del mundo. Un carraspeo de Calla la sacó de su breve ensoñación.

− NAD, ¿qué tal el primer día de clases, pequeñaja? - gritó, haciendo sobresaltar a Brina, quien mantenía la vista fija en algún punto en el bosque invisible a ojos de las tres restantes.

− Lía, no tienes que gritarme, estoy justo aquí -

− Lo siento, tienes razón, es que estoy tan emocionada... mi casi hermana pequeña empezando una nueva etapa, rodeada de personas nuevas... quien sabe, puede que hasta que encuentres novio antes de lo que te imaginas y ... -

− Para el carro vaquera, ni Nad ni Calla tienen permitido tener novio hasta los cuarenta y tres, mínimo. Ni novio ni novia – sentenció la más mayor de todas.

− ¿Quién se lo ha prohibido? -

− Yo. Ahora dejala hablar – agarró a su hermana de los hombros suavemente, mirándola con expectación adelantada.

− HA SIDO INCREÍBLE. Había un montón de gente y no solo de Fuego. Comparto un par de clases con un chico de Tierra, y otra con una chica de Agua. Me gustaría conocer a alguien de Aire, pero no puedo quejarme – fantaseó la pequeña rubia.

− Que suerte. A nosotros no nos dejan estar con otro elemento que no sea el nuestro y es muy molesto – se quejó Calla cruzándose de brazos de una manera que todas encontraron adorable.

− Bueno, bonita, tiempo al tiempo. Algún día coincidirás con gente de otro elemento y, quien sabe, puede que encuentres al amor de tu vida y no sea de Fuego – sentenció la de ojos azules, recibiendo una mirada mortífera por parte de su mejor amiga.

− Pero Lía, mami dice que no podemos acercarnos a gente de otros elementos, que son malos y solo quieren hacernos daño. Y yo no quiero que me hagan daño –

− Verás princesa, mami solo ha convivido con gente de Fuego, desde muy pequeñita, entonces ella no sabe la cantidad de gente buena que hay en el mundo. Tiene razón en que hay gente mala, también, pero no solo en el resto de elementos, también hay gente mala en Fuego y no por eso significa que vayan a hacernos daño. Verás, no siempre podemos saber cuando alguien quiere hacernos daño, pero si podemos elegir quien entra en nuestra vida y quien no, y a veces eso te ahorra mucho dolor. No siempre, pero a veces es mejor que nunca, ¿verdad? - explicó Brina guiñándole un ojo juguetón, que hizo que la pequeña soltara una risita.

Empezaron la travesía de vuelta a casa, cogiendo el camino de siempre, mientras tarareaban una de las tantas canciones que su rubia amiga había compuesto y reían por algún comentario de la misma.
Las pequeñas siempre admirando la sincronización y relación de las mayores.

Cerca de la bifurcación donde las chicas se separaban, Brina distinguió la figura de un hombre a varios metros de distancia, y pronto se vio a si misma colocándose un paso por delante de las demás, protegiéndolas lo máximo posible con su cuerpo.

Minutos después de saber que había sido descubierto, el extraño empezó a andar con parsimonia en dirección a las cuatro chicas frente a él, quienes no movieron ni un músculo, cada una paralizada por diferentes razones: Nadiya y Calla no entendían que había causado ese efecto sobre protector en su hermana mayor, aunque decidieron seguir sus silenciosas instrucciones sin cuestionar, Brina analizaba cada paso del hombre con cautela, sin despegar la vista o siquiera pestañear, intentando averiguar qué intenciones tenía y qué cantidad de tiempo tenía ella para poner a salvo a su familia antes de darle una paliza. Por último, Thalía luchaba porque este no viera como le temblaban las piernas con solo verlo caminar.

El sujeto mantuvo una distancia razonable de las cuatro chicas y, al poder distinguir su rasgos de cerca, la rubia casi suelta un suspiro.

𝑺𝒆𝒓𝒆𝒏𝒅𝒊𝒑𝒊𝒂 ~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora